La carga que fue en el año en que murió el rey Acaz (Isaías 14:28-32)

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El libro del profeta Isaías registra una breve y enigmática «carga» profética contra Filistea relacionada con los días en que el imperio asirio comenzaría a hacer sentir allí todo su poderío militar en pos de la conquista y el sometimiento de toda la región. La misma menciona a un misterioso ser seráfico, figura que resurge más adelante en otro pasaje del mismo libro. Además de publicar aquí mi traducción del texto hebreo de esta «carga», me he propuesto, al momento de anotarla, brindar algunas claves a propósito de este misterioso ser y su relación con el fin de la era.


 

La carga [1] que fue en el año en que murió el rey Acaz. [2]

¡No te alegres tú, Filistea toda, por haberse quebrado el báculo del que te hiere [3]! ¡Porque de la raíz de la serpiente [4] sale un áspid [5], y su fruto es una serpiente ardiente [6] que vuela [7]! Y los primogénitos de los pobres impartirán instrucción [8] , y los necesitados yacerán confiados, ¡pero yo haré morir de hambre tu raíz y mataré a tu remanente!

¡Aúlla, portal! ¡Grita, ciudad! ¡Disuelta está Filistea toda, pues del norte vendrá un humo [9] y no hay quien esté aislado cuando le llega su tiempo! ¿Y qué es lo que se dirá a los mensajeros de alguna nación? Que Yahweh fundó a Sión y que a ella se acogen los afligidos de su pueblo.

 

Notas

[1] משא. Aunque podría traducir esta palabra como «sentencia», «declaración», «oráculo» o «profecía», aquí escojo hacerlo en base a su sentido más común, el cual señala algo que es levantado y cargado y que, en caso de tratarse de una declaración de Yahweh, ha de ser entregado.

[2] Acaz (muerto cerca del año 715 a. C.), fue el tercero de los reyes de Judá en cuyos días profetizó Isaías, habiendo sido los otros tres su abuelo Azarías (llamado también Uzías), su padre Jotám y su hijo Ezequías, todos ellos provenientes del linaje de David. Su reinado se caracterizó por la introducción de diversas costumbres idolátricas en sus dominios y, sobre todo, por su recurrencia al rey Tiglat-Pileser III, iniciador del imperio neoasirio que llegaría a tener la hegemonía en todo el Medio Oriente hasta la caída de Nínive, la cual se produjo en 612 a. C. a manos de una coalición conformada por los caldeos y los medos. En busca de protección frente a la alianza que el reino de Damasco y el reino norteño de Israel habían concertado con la intención de conquistar al reino sureño de Judá, Acaz, envió sus embajadores al rey asirio y se le ofreció en vasallaje en los siguientes términos: “Yo soy tu siervo y tu hijo; sube y líbrame de la mano del rey de Siria y de la mano del rey de Israel, que se levantan contra mí” (2 Reyes 16:7).

[3] Los eruditos bíblicos no logran ponerse de acuerdo acerca de a quién representa el “báculo” aquí en cuestión, si a Acaz, rey de Judá, o a Tiglat-Pileser, rey de Asiria. Sin embargo, a mi entender, sólo podría tratarse del primero, ya que en el versículo anterior se explicita que el oráculo vino en el año de su muerte, la cual aquí es representada como la quebradura del báculo que “hería” a los filisteos. En cambio, no habría sido improbable que el rey Acaz cumpliera un rol represivo de policía local, teniendo a raya a los filisteos en servicio del rey asirio, a quien se había ofrecido como vasallo (ver la nota anterior).

[4] נחש.

[5] צפע.

[6] שרף. Siguiendo a la inmensa mayoría de los traductores a las lenguas vernáculas europeas, traduzco este término, saráf, como «serpiente ardiente». Ello no es gratuito, como puede verse en sus primeras ocurrencias en el Pentateuco, más concretamente en Núm. 21:6,8 y en Deut. 8:15. Sin embargo, poco antes en el mismo libro (Is. 6:2,6), al momento de narrar su llamamiento como profeta, Isaías describe una visión que tuvo del trono de Yahweh en la que vio sobre este a unos seres con seis alas cada uno y a los que llama שרפים (serafím, plural de saráf). ¿Cuál es la connotación que este término posee en el presente pasaje? Siguiendo el paralelismo de la metáfora que el mismo propone, si Acaz estuviese representado aquí por la serpiente de cuya raíz sale un áspid, éste sería una representación de su hijo Ezequías. ¿Pero a quién estaría representando entonces su fruto, descripto aquí como un saráf que vuela? Ni más ni menos que al Mesías que vendría del linaje de David, el cual Dios había prometido a éste en 2 Samuel 7 y al cual se refieren muchos de los salmos en el libro del mismo nombre. Basta, de hecho, con rastrear el texto al que aludía Jesús en su conversación con Nicodemo al decir a este: “Tal como Moisés enarboló la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea enarbolado…” (Juan 3:14) ¿Cuál es dicho texto? No otro que Números 21:6-8, parte sustancial del cual consigno más arriba como un antecedente del uso de saráf. Leemos en dicho pasaje: “Y envió Yahweh contra el pueblo las serpientes ardientes, las cuales mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de entre los de Israel. Y vino el pueblo a Moisés y le dijeron: ‘¡Nosotros pecamos, pues hablamos contra Yahweh y contra ti! ¡Ora a Yahweh para que quite de nosotros a la serpiente!’ Y Moisés oró a favor del pueblo. Y dijo Yahweh a Moisés: ‘Hazte una serpiente ardiente (saráf)’ y enarbólala sobre un asta, y sucederá que todo el que fuere mordido y mirare hacia ella, vivirá…”

[7] שרף מעופף. El mismo ser misterioso descripto aquí reaparece un poco más adelante, en el capítulo 30. Lo que resulta interesante de esta brevísima reaparición es que su finalidad parece ser tan sólo la de señalar de dónde procede esta serpiente ardiente que vuela. De hecho, el breve pasaje mencionado tiene toda la apariencia de ser una burla contra los de su pueblo que en el fin de la era pondrían su confianza en Egipto (ver Isaías 30:1-5) en base al juego de palabras que permite el término (ver la nota 1). El texto al que aquí me refiero, Isaías 30:6,7, dice: “La carga de los animales del sur. En un país de tribulación y apretura, entre los cuales están el leoncillo y el león adulto, la culebra seseante y la serpiente ardiente que vuela, llevan sobre lomo de borricos sus posesiones y sobre joroba de camellos sus tesoros a un pueblo que no les aprovecha. Porque los egipcios en vano y para nada ayudan. De ahí que yo los haya llamado, a propósito de esto, ’fanfarrones holgazanes‘ (רהב הם שבת)”. El hebreo de este último apelativo aplicado a los egipcios (o bien a Egipto, ya que la misma palabra designa al pueblo y al país) es, sin duda, una de las expresiones más oscura que se encontrará en todo el texto hebreo del Antiguo Testamento. Para sustanciar esto último, me bastará con remitir al lector a las traducciones del mismo presentes en la siguiente página.

[8] רעו.

[9] Este “humo” que viene del norte es con toda probabilidad la invasión asiria. De ser esto así, sería una confirmación de que la vara que “hiere” a Filistea, mencionada al comienzo de esta «carga» contra ella, es el rey Acaz, muerto en aquel año. ¿En qué sentido, en efecto, podría estar Asiria “quebrada” cuando, de hecho, se encontraba en pleno ascenso como potencia hegemónica militar en toda la región del Antiguo Medio Oriente?

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