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A los gálatas

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Siendo cronológicamente, según los eruditos, la primera de las misivas de Pablo que integran el Nuevo Testamento, la carta a los gálatas tiene las marcas de un mensaje escrito con gran premura. En ella, Pablo confronta a aquellos de la región de Galacia que, presa de los grupos judaizantes diseminados en diversos lugares del mundo romano, se estaban volviendo a un entendimiento farisaico —y, por ende, carnal— de la ley de Moisés. El resultado de dicha confrontación es uno de los textos más sustanciosos de Pablo en lo que hace a la buena nueva que este anunciaba a las naciones.

A los romanos

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La carta de Pablo a los romanos constituye un auténtico tour de force de la exposición del plan de Dios para toda la humanidad. En ella no solamente se puede apreciar el entendimiento con que el espíritu de Dios dotó a Pablo a lo largo de los años, sino también su gran humildad y generosidad en su servicio a aquellos de las naciones que irían a creer en la buena nueva del Cristo. El resultado de todo ello viene a ser una suerte de guía imprescindible para quienes alguna vez han gustado del amor y de la gracia de Dios.

Salmo 30

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El título del Salmo 30 informa que el mismo se trata de una «canción de inauguración de la casa para David», lo cual indica una cierta evocación de los momentos difíciles del pasado hecha desde un presente de estabilidad y prosperidad. Tales contrapuntos configuran un cuadro altamente profético de las vicisitudes del Cristo en el final de la era y del momento en que, alcanzada la era venidera, daría las gracias a su Dios y Padre Yahweh por toda su gracia y su favor para con él, un simple hombre en quien siempre, según sus designios, tuviera puesta su atención.

Salmo 31

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El Salmo 31 de David se refiere proféticamente al siervo del Señor en el final de la era. En él, el espíritu de la profecía se adentra en los íntimos pensamientos del alma del Cristo en su dirigirse a Yahweh, su Señor y salvador, quien ha guiado su vida desde el vientre de su madre hasta el momento de su adopción como el Hijo. Son tales pensamientos en su caminar por las sendas de Dios los que lo llevan a la hermosa exhortación del final dirigida a todos aquellos que, al igual que él, han experimentado la gracia de Yahweh.

Salmo 36

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En el Salmo 36, dedicado en su encabezamiento «al director, al siervo de Yahweh», el espíritu profético hace adentrarse a David en lugares muy profundos del alma humana y vislumbrar hasta qué punto, hacia el final de la era, muchísimos perderían todo temor de Dios, deslizándose hacia la vacuidad y, desde esta, hacia lo pernicioso. En contraposición a este cuadro, el Espíritu da a ver al salmista el de una humanidad renovada por la gracia de Dios, una vez que su justicia y su juicio hubiesen realizado todo su propósito para con ella, más allá, incluso, de la era venidera.

Salmo 149

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Con varias y fuertes reminiscencias lingüísticas de la segunda parte del libro de Isaías, el Salmo 149 forma parte de la serie de composiciones que hacen mención de la nueva canción que sólo podrían aprender aquellos que —al final de la era, a manera de primeros frutos— redimirá el Corderito, figura central en el libro de Apocalipsis. Así, la visión en él se ubica claramente en el comienzo de la era venidera, un momento crucial en que el Hijo de Dios ejecutará, junto a los suyos, juicio sobre las naciones y sus poderosos, al tiempo que corregirá a los pueblos.

Salmo 113

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El Salmo 113 da inicio a la serie conocida como el Halél, la cual se extiende hasta el Salmo 118, una serie de salmos que solían entonar quienes peregrinaban a la ciudad de Jerusalén de tiempos del segundo templo durante las fiestas principales, mayormente la fiesta de la Pascua. El presente salmo trata mayormente de la dichosa y poderosa singularidad de Yahweh, la cual es garante no solamente de la dicha de quienes han experimentado su gracia en la era presente, sino incluso de aquellos de entre las naciones que lo harán en la era venidera y aun más allá.