Salmo 31

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El Salmo 31 de David se refiere proféticamente al siervo del Señor en el final de la era. En él, el espíritu de la profecía se adentra en los íntimos pensamientos del alma del Cristo en su dirigirse a Yahweh, su Señor y salvador, quien ha guiado su vida desde el vientre de su madre hasta el momento de su adopción como el Hijo. Son tales pensamientos en su caminar por las sendas de Dios los que lo llevan a la hermosa exhortación del final dirigida a todos aquellos que, al igual que él, han experimentado la gracia de Yahweh.


 

Al director. Salmo de David.

En ti me he refugiado, Yahweh; no sea yo avergonzado hasta la era que viene: ¡rescátame con tu justicia! ¡Inclina hacia mí tu oído! ¡Líbrame con rapidez! ¡Sé para mí una roca fuerte, una casa de fortificaciones para salvarme!

Pues tú eres mi risco y mi fortificación: por amor de tu nombre me guías y me encaminas. Tú me sacarás de esta red que han preparado para mí, ya que tú eres mi fuerza. En tu mano encomiendo mi espíritu. ¡Tú me has redimido, Yahweh, Dios de la verdad!

Detesto a los que observan las cosas pasajeras de la vacuidad, pues yo he puesto mi certeza en Yahweh. Me gozaré y me alegraré en tu bondad, ya que has visto mi aflicción, has reconocido mi alma en las angustias. Y no me has entregado en poder de un enemigo, sino que afirmaste mis pies en un lugar amplio.

Muéstrame tu gracia, Yahweh. Se han consumido de frustración mis ojos, mi alma y mi vientre. Porque mi vida se ha gastado en penas y mis años en suspiros. En mi iniquidad me ha fallado mi fuerza y mis huesos se han consumido. He sido objeto de oprobio de todos mis angustiadores; y de mis vecinos, en gran manera. Y he sido un motivo de terror para mis conocidos: los que me ven en la calle, huyen de mí. He sido olvidado de su corazón como un muerto, he venido a ser como un vaso desaparecido. Porque escuché el murmullo de muchos —“Terror por todas partes”— al reunirse a una para decidir sobre mí: han hecho planes malvados para tomar mi vida…

Pero yo he puesto mi certeza en ti, Yahweh; he dicho: “Tú eres mi Dios”. En tus manos están mis tiempos: líbrame del poder del enemigo y de los que me acosan. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo. Sálvame con tu bondad. No sea yo avergonzado, Yahweh, ya que te he invocado: ¡que sean los impíos los que se avergüencen y enmudezcan en el Seol! ¡Que se callen los labios mentirosos que hablan cosas graves contra el justo con soberbia y con desprecio!

¡Cuánto es el bien tuyo que has reservado para los que te temen, que has obrado en favor de aquellos que se refugian en ti frente a los seres humanos!  Los ocultas en el lugar secreto de tu presencia de las conspiraciones del hombre; los resguardas en un tabernáculo de la contienda de las lenguas…

¡Bendito sea Yahweh, quien ha hecho maravillosa su bondad para conmigo en una ciudad sitiada! ¡Y eso que yo había dicho en mi apresuramiento “He sido cortado de enfrente de tus ojos”! Sin embargo, tú habías escuchado la voz de mis súplicas cuando te gritaba por ayuda.

Amen a Yahweh todos los que han experimentado su gracia: Yahweh es preservador de los que son fieles y pagador con creces al que practica la soberbia. ¡Esfuércense y afirmen sus corazones todos los que esperan a Yahweh!

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