De casi cierta autoría del apóstol Pablo, la carta «A los hebreos» constituye una exposición de diversos asuntos que hacen a la superioridad del Cristo en tanto que realidad perenne de la cual los diversos elementos del tabernáculo y del culto instituido por Dios a través de Moisés serían meros tipos y sombras temporales. Es precisamente en tal sentido que su contenido aborda los procedimientos del Día de las Expiaciones para recordar a sus destinatarios que Jesús es la homología del Hijo de Dios y del sumo sacerdote de la orden de Melquisedec que había tenido lugar en sus días.
No hay otro lugar en las Escrituras en que el procedimiento de la justicia de Dios pueda verse tan completamente como en la instrucción para el Día de la Expiación, en el libro del Levítico. ¿Pero por qué iría Dios a desplegarlo veladamente, recurriendo a los tipos y las sombras?
Quienes hayan dedicado tiempo a una lectura meditada de las Escrituras, pueden haber reparado en que estas presentan —consistentemente y en todos o en casi todos sus libros— una serie de testimonios sobre lo que podría llamarse las «cosas primeras y últimas». ¿Pero habrá entendido alguien el mensaje de estas?
De todos los acertijos propuestos por Jesús hace dos mil años, hay uno que, presentado en forma doble, resulta especialmente relevante para nuestros días, ya que provee a estos del sentido pleno de la justicia de Dios. ¿Pero podrán acaso entenderlo hoy los cristianos que se aferran a la tradición?
Nada hay que los cristianos crean entender más y mejor que el sentido de las parábolas de las que se valió Jesús en su anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios. ¿Pero por qué será, entonces, que luego de dos mil años continúan mirando hacia el lugar equivocado?
Hace ya dos mil años, vuelto del desierto a Galilea, Jesús comenzó a anunciar el cumplimiento de un tiempo y la cercanía del reino de Dios. ¿Pero qué sentido podrían tener hoy tales cosas para muchos que, desorientados y cansados, sienten que todo tiempo ha llegado definitivamente a su fin?
Un abundantísimo cúmulo de testimonios en todas las Escrituras señala a los días por venir como el tiempo en que las buenas nuevas del reino de Dios serían nuevamente anunciadas para testimonio a todas las naciones. Pero aquellos que ignorasen quién es en verdad Jesucristo, ¿podrán acaso beneficiarse de ello?