Las muchísimas coincidencias temático-lingüísticas que presentan el evangelio y las tres cartas de Juan no habrán pasado desapercibidas para cualquiera que ha estudiado dichos textos con un mínimo de atención. En cambio, nadie parece haber reparado en la significación de los mismos, especialmente en su vínculo profético con el libro de Apocalipsis. Todos ellos constituyen, en efecto, una suerte de puente temporal y generacional entre el siglo primero y el período previo al final de la era, es decir, nuestros propios días, luego de los cuales el Hijo de Dios reinará junto a los suyos desde el monte de Sión.
Los asuntos en el libro del profeta Amós presentan un cuadro del pueblo de Dios en los últimos días de la presente era, en cuyas conductas se combinan una serie de detalles claramente abominables a los ojos de Yahweh, tales como la hipocresía religiosa, la codicia desenfrenada, la jactancia personal y —muy especialmente— la coerción y el fraude ejercidos contra los necesitados y los desvalidos del pueblo. No obstante todo ello, el sustrato del libro es el nefasto influjo que Edom ejercería secretamente sobre Israel, con el cual Dios se pondría a cuenta antes de restaurarlo definitivamente en su tierra.
El libro del profeta Zacarías —claro complemento del libro de Hageo— es uno de los que más reverberaciones presenta en algunos libros del Nuevo Testamento, principalmente en los Evangelios y en el libro de Apocalipsis. Su tema principal es el de la restauración del remanente del pueblo de Dios en los últimos días de la presente era, es decir, en los nuestros. Dicha restauración vendría de la mano del siervo del Señor —el Cristo—, llamado aquí el Brote y simbolizado en el sumo sacerdote Josué hijo de Josadac, quien originalmente regresara a Jerusalén junto con los exiliados en Babilonia.
Recién publicado en Palabra & Testimonio…
Hageo
El libro del profeta Hageo —el más breve de todos los libros de los Doce Profetas— es previo al del profeta Zacarías, con el cual mantiene una fuerte complementariedad profética. Esto último se ve en el hecho de que, contando con tan sólo dos capítulos, incluye una datación de lo más estricta vinculada con la construcción del templo definitivo de Yahweh en los últimos días de esta era. Todo ello ocurriría durante un período en el que todos los gobiernos de las naciones serían debilitados como preludio de la llegada del deseo de todas las naciones, es decir, del Cristo.
El libro del profeta Hageo —el más breve de todos los libros de los Doce Profetas— es previo al del profeta Zacarías, con el cual mantiene una fuerte complementariedad profética. Esto último se ve en el hecho de que, como en el caso de Zacarías, incluye una datación de lo más estricta vinculada con la construcción del templo definitivo de Yahweh en los últimos días de esta era. Todo ello ocurriría durante un período en el que todos los gobiernos de las naciones serían debilitados como preludio de la llegada del deseo de todas las naciones, es decir, del Cristo.
Contando con varias citas y alusiones de algunos de sus pasajes en los Evangelios, el libro del profeta Miqueas es uno de los más incomprendidos de todos los libros de los profetas. Ello se debe, entre otras cosas, a la manifiestamente intencional oscuridad de su lenguaje. Tal como ocurre con el resto de los profetas, su mensaje se ubica en los últimos días de la era y se cuenta dentro del tópico de las «cosas primeras y últimas», centrándose en las vicisitudes del Cristo en relación con su heredad entre las naciones, las cuales llegan, finalmente, a reconocerlo como Dios.
El Salmo 79 es otra de las composiciones de Asaf que tienen como tema central la humillación del pueblo de Dios entre las naciones como parte de la dura disciplina de Yahweh por sus iniquidades crónicas. En tal sentido, la mención específica de la ruina de Jerusalén a manos de dichas naciones tiene no pocos paralelos lingüísticos y temáticos con el libro de las Lamentaciones. Finalmente, la mención de la venganza de Dios a cuenta de la sangre derramada de sus siervos —presente en el libro de Apocalipsis— hace de este salmo otra profecía sobre el fin de la era.
Con varias y fuertes reminiscencias lingüísticas de la segunda parte del libro de Isaías, el Salmo 149 forma parte de la serie de composiciones que hacen mención de la nueva canción que sólo podrían aprender aquellos que —al final de la era, a manera de primeros frutos— redimirá el Corderito, figura central en el libro de Apocalipsis. Así, la visión en él se ubica claramente en el comienzo de la era venidera, un momento crucial en que el Hijo de Dios ejecutará, junto a los suyos, juicio sobre las naciones y sus poderosos, al tiempo que corregirá a los pueblos.