Salmo 127

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El libro de los Salmos contiene una serie de quince composiciones cuyo encabezamiento común —«canción de los ascensos»— parece vincularse, en cierto sentido profético, con aquella experiencia de enfermedad mortal y sanación por la que pasara Ezequías, el rey de Judá en Jerusalén durante los días del profeta Isaías, en cuyo libro profético, más específicamente en su capítulo treinta y ocho, se encuentra consignada la misma. Por mi parte, me pareció más que interesante publicarla aquí traducida del texto hebreo estándar (aunque cotejado, aquí y allá, con sus versiones aramea del Targum, griega y siríaca) e incluyendo algunas notas aclaratorias.


 

 Canción de los ascensos. [1] De Salomón.

Si Yahweh no edifica una casa, en vano se afanan los que la construyen. Si Yahweh no cuida una ciudad, en vano se mantiene alerta el que la vigila. Es en vano que ustedes, los que madrugan, se levanten luego de haberse acostado tarde; ustedes, los que comen un pan de sufrimientos mientras Dios concede a su amado el sueño.

He aquí que herencia de Yahweh son los hijos, y una recompensa el fruto del vientre. Como flechas en la mano de un héroe, tales son los hijos de la juventud. Dichoso el varón que llenó de ellos su aljaba: no será avergonzado cuando parlamente con los enemigos en el portal.

 

[1] שיר המעלות. El sentido de esta nomenclatura que encabeza los salmos comprendidos entre el 120 y el 134 (con la excepción del 121, que presenta una pequeñísima variante) es ambiguo. Literalmente, podría traducirse este título como «canción de los escalones» o «canción de las gradas»; también, como algunos lo han hecho, como «canción gradual». Todas estas opciones sugieren que los salmos que llevan el título en cuestión fueron compuestos para ser entonados mientras se ascendía por alguna escalinata durante el culto del antiguo templo, o bien que el título en cuestión es una indicación para repetir sus versos siguiendo una melodía de escala tonal ascendente.