Salmo 130

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El libro de los Salmos contiene una serie de quince composiciones cuyo encabezamiento común —«canción de los ascensos»— parece vincularse, en cierto sentido profético, con aquella experiencia de enfermedad mortal y sanación por la que pasara Ezequías, el rey de Judá en Jerusalén durante los días del profeta Isaías, en cuyo libro profético, más específicamente en su capítulo treinta y ocho, se encuentra consignada la misma. Por mi parte, me pareció más que interesante publicarla aquí traducida del texto hebreo estándar (aunque cotejado, aquí y allá, con sus versiones aramea del Targum, griega y siríaca) e incluyendo algunas notas aclaratorias.


 

Canción de los ascensos. [1]

¡Desde las profundidades, a ti clamaré, Yahweh!

Señor, atiende a mi voz: estén atentos tus oídos al sonido de mis súplicas… Si las iniquidades fuesen aquello que tú observas, Yah, ¿quién, Señor, podría estar en pie? ¡Pero contigo está el perdón, a fin de que seas temido! [2]

Me he esperanzado en Yahweh; mi vida se ha esperanzado y yo he puesto mi expectativa en su palabra: mi vida espera al Señor más que los observadores de la mañana, que los que observan la mañana… [3]

¡Que Israel espere a Yahweh! ¡Pues con Yahweh está la bondad, y abundante es la redención con él! ¡Y él redimirá a Israel de todas sus iniquidades!

 

Notas

[1] שיר המעלות. El sentido de esta nomenclatura que encabeza los salmos comprendidos entre el 120 y el 134 (con la excepción del 121, que presenta una pequeñísima variante) es ambiguo. Literalmente, podría traducirse este título como «canción de los escalones» o «canción de las gradas»; también, como algunos lo han hecho, como «canción gradual». Todas estas opciones sugieren que los salmos que llevan el título en cuestión fueron compuestos para ser entonados mientras se ascendía por alguna escalinata durante el culto del antiguo templo, o bien que el título en cuestión es una indicación para repetir sus versos siguiendo una melodía de escala tonal ascendente.

[2] למען תורא. La raíz ירא, cuyo sentido primario es «temer» e incluso «estar aterrorizado», cuando es aplicada a Dios, siempre o casi siempre significa «tomar muy en serio», tal como se toma muy en serio, precisamente, a aquello a lo que se teme. De aquí, también, la noción que recorre la sección que en el Antiguo Testamento integran los Escritos de que el principio de la sabiduría es el temor de Yahweh (ver Job 28:28; Salmos 111:10 y Proverbios 1:7 y 9:10)

[3] משמרים לבקר שמרים לבקר. El Targum da a esta expresión («los observadores de la mañana», o bien «los que observan la mañana») el sentido de aquellos que observaban cuidadosamente el comienzo del día a fin de ofrecer los sacrificios matinales en el templo.

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