Salmo 40

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Pocas son las composiciones que integran el libro de los Salmos que contienen un cúmulo de revelaciones tan pertinentes para nuestros días como lo es el salmo 40. Es así que la carta «A los hebreos» tiene en algunos de sus pasajes el punto culminante de su advertencia a aquellos a los que está dirigida. Sin embargo, tal como el mismo salmo da a entender, nada impide tanto la visión como el cúmulo de las iniquidades. Tal el caso de los cristianos de los últimos días, a los cuales la acumulación colectiva de la iniquidad ha cegado casi por completo.


 

Al director. De David. Cántico

Con gran expectativa esperé a Yahweh. Y él se inclinará hacia mí, escuchará mi grito por ayuda, me hará subir de la fosa del tumulto, del barro fangoso, y hará posar mis pies sobre un peñasco, habiendo dirigido mis pasos. Pondrá asimismo en mi boca una canción nueva, una alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, temerán y pondrán su certeza en Yahweh.

Dichoso el varón que ha puesto a Yahweh como certeza suya y no ha dirigido su mirada a los fanfarrones que se vuelven hacia la mentira. ¡Yahweh, mi Dios, tú has hecho grandes maravillas! ¡Y tus planes para con nosotros, no hay cómo retribuírtelos! Yo cuento y hablo de ellos, ¡pero se han vuelto demasiados como para enumerarlos! Sacrificio y ofrenda no han sido de tu agrado. Me has perforado los oídos: no has demandado un holocausto y una ofrenda por el pecado. Fue entonces que dije: “He aquí, he llegado: en el rollo del libro está escrito de mí.”

Me ha complacido, Dios mío, el hacer tu voluntad; y tu instrucción está en mis entrañas. He dado buenas nuevas de justificación en una gran asamblea. ¡Mira que no refrené mis labios, Yahweh! (¡Pero tú ya lo sabías!) No oculté tu justificación dentro de mi corazón; he declarado tu fidelidad y tu salvación; no he mezquinado tu misericordia y tu verdad a una gran asamblea.

¡Tú, entonces, Yahweh, no refrenes tu compasión de mí! Que tu misericordia y tu verdad cuiden siempre de mí, pues se han apostado en torno a mí males innumerables, me han alcanzado mis iniquidades y ya no me fue posible ver más allá: ¡se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza y mi corazón me ha dejado!

¡Quieras, Yahweh, librarme! ¡Apresúrate, Yahweh, en mi ayuda! ¡Avergüéncense y confúndanse los que procuran mi vida! ¡Vuélvanse atrás y sean humillados los que se complacen en mi calamidad! ¡Que se arrepientan de la consecuencia de su ignominia los que dicen “ajá, ajá”! ¡Gócense y alégrense en tí todos los que te buscan! ¡Y que digan continuamente los que aman tu salvación “Que Dios se engrandezca”!

Pero yo estoy abatido y necesitado… ¡Apresúrate en pos de mí, Dios! ¡Mi ayuda y mi libertador eres tú, Yahweh! ¡No te retrases!