El salmo 144 aborda proféticamente un momento sumamente álgido que tendría lugar en el final de la presente era, en el tiempo en que surgiría aquella canción nueva sobre la que puede leerse en algunos otros salmos, en el libro del profeta Isaías y en el libro de Apocalipsis, del cual podría decirse que es motivo principalísimo. Dicho momento consiste aquí en el conflicto, aún no resuelto, entre todo aquello que dicha nueva canción traerá al mundo en forma misteriosa y aquello otro que quienes no pueden aprenderla —ni mucho menos entonarla— se empeñarían en ofrecer como su espurio sucedáneo.
De David
¡Bendito sea Yahweh, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, mis dedos para la guerra, bondad mía y fortaleza mía, mi refugio en altura y mi libertador, mi escudo, en quien me he refugiado, quien sujeta a mi pueblo en mi lugar!
¿Qué es, Yahweh, la humanidad, para que la reconozcas, un frágil ser humano para que pienses en él? La humanidad se asemeja al vapor, sus días son como una sombra que pasa. ¡Inclina, Yahweh, tus cielos, y desciende; toca los montes para que echen humo; haz relámpagos y los dispersarás; envía tus flechas y los consumirás!
¡Envía tu poder desde lo alto! ¡Ponme a resguardo y líbrame de las muchas aguas, del poder de los hijos de extranjeros, cuya boca habla vacuidad y cuya diestra es una diestra fraudulenta! ¡Te cantaré, Dios, una nueva canción con salterio de diez cuerdas, entonaré una melodía para ti, el que da victoria a los reyes, el que pone a resguardo de espada maligna a su siervo David! ¡Ponme a resguardo y líbrame del poder de los hijos de extranjeros, cuya boca habla vacuidad y cuya diestra es una diestra fraudulenta!
Que nuestros hijos sean como plantas cultivadas en su juventud; nuestras hijas, como ángulos labrados a la manera de un palacio; que nuestros graneros provean toda clase de grano; que nuestras ovejas se reproduzcan por miles y por diez millares en nuestros exteriores; que nuestros bueyes estén bien dispuestos para la carga; que no tengamos asalto; que tampoco tengamos que salir; que no suene alarma en nuestras plazas…
Dichoso el pueblo para el cual esto sea así. Dichoso el pueblo cuyo Dios es Yahweh.