Dentro del grupo de los salmos que constituyen el Halel —esto es, los salmos 113 al 118, los cuales solían entonarse en Jerusalén durante las grandes festividades en los días del segundo templo— el salmo 116 ofrece un palpitante testimonio profético de las disquisiciones íntimas del siervo de Yahweh. Se trata de un salmo de agradecimiento por haber sido librado de la angustia mortal que se sigue de la conciencia de la propia impotencia humana para servir adecuadamente a Dios y para alcanzar la vida dichosa que este ha prometido a sus siervos y a todos los que lo aman.
He amado cuando Yahweh escucha mi voz, mis súplicas. Y es que ha inclinado su oído; por ello, en mis días lo invocaré…
Me rodearon las cuerdas de la muerte, me encontraron las angustias del Seol: angustia y pena es lo que encuentro, por lo cual invocaré el nombre de Yahweh: “¡Ah, Yahweh, libra mi alma!”
Yahweh es todo gracia y es justo; ciertamente, nuestro Dios es compasivo. Yahweh guarda a los ingenuos. Yo había languidecido, pero él me salvará. Vuelve, alma mía, a tu descanso, ya que Yahweh te ha compensado. ¡Y es que tú rescataste mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mi pie del resbaladero! ¡Caminaré ante Yahweh en las regiones de los que viven! He creído, puesto que hablo, aun estando yo grandemente afligido. En mi apuro había dicho: “Toda humanidad es mentirosa”.
¿Qué daré a Yahweh a cambio de todos sus beneficios para conmigo? ¡Alzaré la copa de las salvaciones e invocaré el nombre de Yahweh! ¡Mis votos a Yahweh cumpliré, ahora sí, en frente de todo su pueblo!
Preciosa es a los ojos de Yahweh la muerte de sus piadosos. ¡Ah, Yahweh, yo soy tu siervo, el hijo de tu sierva! ¡Deshiciste mis ataduras! ¡Sacrificaré a ti el sacrificio de mi acción de gracias e invocaré el nombre de Yahweh! ¡Mis votos a Yahweh cumpliré, ahora sí, en frente de todo su pueblo, en los atrios de la casa de Yahweh, en medio de ti, Jerusalén!
¡Alaben a Yah!
