Atribuido a David e imbuido de un aire bélico que se refleja en su más bien extenso título de encabezamiento, el Salmo 60 se constituye en un complemento del Salmo 108, con el cual comparte seis versículos idénticos más dos en cuyas mutuas diferencias es posible adquirir una visión más precisa del cuadro profético que inspirara a ambos. Su tema se compone de un clamor a Dios a nombre de su pueblo en un tiempo de conmoción entre algunas de las naciones vecinas. La indirecta respuesta de Dios desliza, por su parte, la promesa de una exultante y completa salvación.
Al director. Sobre el lirio del testimonio. Mictám de David para enseñar durante su enfrentamiento con Aram Naharáim y Arám Tsobá y de cuando volvió Joab de haber herido a ciento veinte mil de los de Edom en el Valle de la Sal.
¡Dios! ¡Nos has rechazado! ¡Nos has quebrantado! ¡Te has disgustado! ¡Vuélvete a nosotros! ¡Has hecho temblar la tierra, la has partido! ¡Sana sus quebraduras, porque se tambalea! ¡Has hecho ver dureza a tu pueblo! ¡Nos diste a beber un vino de aturdimiento!
Has dado a los que te temen una bandera para enarbolar debido a la presencia de la verdad (selah). ¡Salva con tu derecha y respóndenos, a fin de que sean librados tus amados!
Dios ha hablado en su lugar santo: “Me regocijaré grandemente; repartiré a Siquem y mediré el valle de Sucot. Galaad es mío y mío es Manasés; Efraín es la fortaleza de mi cabeza; y Judá, mi legislador. Moab es una vasija en la que me lavo; sobre Edom echaré mi calzado y sobre Filistea gritaré de gozo.”
¿Quién me conducirá a la ciudad fortificada? ¿Quién me guiará hasta Edom? ¿Acaso no serás tú, Dios, que nos habías desechado y que ya no sales, Dios, con nuestros ejércitos? ¡Provéenos tú la ayuda contra el opresor, ya que la salvación humana es algo vacuo!