El salmo 5 es el segundo dentro de la colección de los salmos dirigidos «Al director», designación profética cuyo sentido en el original hebreo siempre ha desorientado a los eruditos bíblicos y que señala inequívocamente al Cristo descendiente de David. En este, al igual que en otros salmos, la plena conciencia de la debilidad humana propia y ajena lleva al salmista a establecer una serie de contrapuntos de las conductas humanas, al tiempo que a buscar la guía de Dios a fin de transitar rectamente el camino que conduce a su santo templo en la dicha de la era venidera.
Al director. Para las Nejilot [¿las que se contaminan?]. Salmo de David.
Presta oídos, Yahweh, a mis dichos; considera mis murmullos. Estate atento a la voz de mi clamor cuando ore a ti, Rey mío y Dios mío. De mañana, Yahweh, escucharás mi voz; dispondré, pues, una mañana para ti y me quedaré expectante. Pues tú no eres un Dios que se complace en la impiedad, el malvado no habitará contigo. Los pagados de sí mismos no estarán frente a tus ojos; tú detestas a los que trabajan en pos de lo que es vano y pernicioso. Arruinarás a los que hablan mentira; tú, Yahweh, aborreces al hombre sanguinario y fraudulento.
Pero yo, por la abundancia de tu bondad entraré en tu casa y adoraré hacia tu santo templo imbuido de tu temor. ¡Guíame, Yahweh, en tu justicia! ¡A causa de quienes me son enemigos, endereza tu camino delante de mí! Porque no hay firmeza en sus bocas: el interior de ellos es un abismo de deseos, sus gargantas son un sepulcro abierto, la lengua de ellos habla por compromiso. ¡Tenlos por culpables, Dios! ¡Que caigan por sus propios planes! ¡Échalos fuera por la multitud de sus transgresiones, ya que se han rebelado contra ti!
Pero los que se refugian en ti se alegrarán por una era: darán gritos de júbilo al serles tú por refugio; y estarán exultantes de gozo los que aman tu nombre cuando tú, Yahweh, bendigas al justo y lo rodees de tu complacencia como un escudo.