Atribuido a David y dedicado «Al director», el más que breve Salmo 11 guarda cierto aire en común con el Salmo 55 —un masquil de David que en su título de encabezamiento presenta la misma dedicatoria—, en el cual, en un momento de zozobra del ánimo, su autor plantea el deseo de emprender un vuelo o huída lejos del lugar en el que padece una gran traición. El presente salmo, en cambio, desestima desde un mismo comienzo los consejos (¿o las amenazas veladas?) de emprender cualquier huída, afirmando así su plena confianza en Yahweh y en su omnisciente justicia.
Al director. Salmo de David.
En Yahweh me he refugiado. ¿Cómo, entonces, dicen ustedes a mi alma “Emprende, gorrión, el vuelo hacia tu monte”?
Y es que he aquí que los impíos apuntan un arco, disponen sus flechas sobre una saliente para dispararlas desde allí a los rectos de corazón en su infortunio. Cuando los fundamentos están derrumbados, ¿qué cosa es la que ha hecho el justo?
Yahweh está en su santo templo. Yahweh, ¡su trono está en el cielo! Sus ojos ven, sus párpados examinan a los seres humanos. Yahweh prueba al justo; pero al impío y al que ama la coerción, su alma los detesta. Sobre los impíos hará llover calamidades: fuego, azufre y un viento huracanado es la porción de la copa de ellos.
¡Y es que Yahweh es justo y ama las justicias! El recto contemplará su rostro.