Salmo 10

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Con cierta afinidad respecto de la composición que lo antecede en el orden del Libro de los Salmos, el Salmo 10 se centra en la fragilidad sin remedio de la naturaleza humana y explora uno de sus casos más comunes. El impío —que de este se trata— es ante todo alguien que se recuesta sobre sus propios sentidos a la hora de discernir a Dios. Y como dichos sentidos no están sino volcados hacia la animalidad de una vida voraz y codiciosa, muy pronto pierde todo temor, volcando así toda su ciega rapacidad sobre las vidas de los más débiles.


 

¿Por qué, Yahweh, te paras a lo lejos, te ocultas en los tiempos de la angustia?

El impío, con soberbia, acosa ardientemente al afligido. ¡Que sean atrapados en estos sus planes malvados que han ideado! Porque el impío se ha jactado del deseo de su alma, ha bendecido al que codicia con injusticia y ha despreciado a Yahweh con encono. El impío, según se ve en la altivez de su rostro, no busca a Dios: no hay Dios en ninguno de sus malvados planes. Sus caminos son retorcidos en todo tiempo; lo elevado de tus juicios lo tiene bien lejos de sí; se infla contra todos los que le son hostiles. Se ha dicho a sí mismo: “No tambalearé por generación y generación, pues no me alcanzará la calamidad…” Su boca está llena de maldición; y los fraudes y el engaño están bajo su lengua, vejación y vacuidad. Se sienta en algún lugar para espiar en las aldeas; en lugares ocultos mata a un inocente; sus ojos vigilan al desgraciado. Acecha desde lo oculto como un león en su guarida; acecha para atrapar al afligido; atrapa al afligido atrayéndolo hacia su red: finge estar aplastado y humillado y caen en sus fuertes garras los desgraciados. Se dice a sí mismo: “Dios ha olvidado, ha cubierto su rostro: no lo verá jamás…”

¡Levántate, Yahweh, Dios! ¡Alza tu mano! ¡No te olvides de los afligidos! ¿Sobre qué base el impío desprecia a Dios con encono? Se ha dicho a sí mismo que tú no lo inquirirás. Tú lo has visto, ya que miras la vejación y la frustración para dar la paga por ellas con tu mano. A ti se encomienda el desgraciado y al huérfano tú le has sido por ayuda. ¡Quebranta el brazo del impío! ¡Inquiere de su impiedad hasta que ya no encuentres ninguna!

¡Yahweh es rey por una era y más allá! ¡Las naciones se han esfumado de su país! ¡Has escuchado, Yahweh, el ardiente deseo de los afligidos! ¡Tú dispones sus corazones y haces atento tu oído para juzgar al huérfano y al aplastado, no sea que vuelva a prevalecer el hombre mortal de la tierra!

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