Salmo 17

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La oración de David que configura al Salmo 17 es, en más de un sentido, una continuación del salmo que lo precede. En efecto, en este último, el espíritu de la profecía adelanta que el Cristo sería librado de la corrupción propia del Seol, mientras que en el que nos ocupa anticipa su transformación a la semejanza de Yahweh. En este último sentido, el salmo establece un contraste entre aquellos que se sienten a sus anchas con la vida perecedera de la era presente y el siervo del Señor, cuya mira está puesta en la vida de la era venidera.


 

Oración de David

¡Escucha, Yahweh, un asunto de justicia! ¡Atiende a mi grito de súplica! ¡Presta oídos a mi oración, hecha sin labios fraudulentos! ¡Que mi sentencia salga de delante de ti! ¡Que tus ojos vean rectitud!

Tú has puesto a prueba mi corazón, me has visitado en la noche: me has probado y no hallas absolutamente ningún plan malvado en mí ni a mi boca deslizándose. En lo que hace a las obras humanas, por el hablar de tus labios me he cuidado de las sendas del destructor…

Sustenta mis andares en tus surcos: que de ninguna manera se tambaleen mis pasos. Yo te he invocado, ya que tú me respondes. ¡Inclina, Dios, tu oído hacia mí! ¡Escucha mi dicho! ¡Hazme distinguir tus maravillosas bondades, tú, salvador de aquellos que se refugian a tu derecha de aquellos que se levantan por sí mismos! ¡Cuídame como a una pupila, como a la niña del ojo! ¡Escóndeme en la sombra de tus alas de delante de estos impíos que me despojan, de mis enemigos que con toda intención me ponen cercos! ¡Están rellenos de su propia grasa; sus bocas hablan con arrogancia!

Ahora el enemigo ha rodeado mi andar, aguza sus ojos para echar por tierra. Se parece a un león que ansía destrozar y a un león joven que yace en su escondite. ¡Levántate, Yahweh! ¡Anticípatele en su propia cara! ¡Hazlo caer de rodillas! Libra mi alma del impío con tu espada; y de los hombres, con tu mano, Yahweh: de los hombres mundanos cuya porción es esta vida y cuyos vientres están llenos de tus tesoros. Con ellos, sacian a sus hijos y dejan lo que les sobra para sus niñitos…

En cuanto a mí, veré tu rostro conforme a la justicia y sólo me saciaré al despertar en tu semejanza.

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