El Salmo 28 —otra de las composiciones de David que integra los Salmos— se orienta proféticamente hacia los días del Cristo en el final de la era, hacia el tiempo del cumplimiento del oráculo o asunto santo de Yahweh, el cual consiste, precisamente, en la salvación que este obraría con todo su pueblo por medio de su Cristo. En este contexto, la expresión “los que descienden a la fosa” que se lee al comienzo del salmo ha de entenderse como una alusión a los impíos, los cuales no gozarán de las bondades del reino de Dios en la era venidera.
De David
¡A ti clamaré, Yahweh, mi roca! ¡No te desentiendas de mí, no sea cosa que al callar tú ante mí me haga similar a los que descienden a la fosa! ¡Escucha la voz de mis súplicas al implorarte alzando mis manos hacia la declaración de tu asunto santo!
No me eches fuera juntamente con los impíos y con los que obran vacuidad, los cuales hablan paz con sus prójimos mientras que en sus corazones está el perjuicio. Da a estos según sus obras y conforme a la maldad de sus prácticas. Dales su recompensa de acuerdo a lo que hacen con sus manos. Ya que no tuvieron en consideración las obras de Yahweh ni a la hechura de sus manos, él los derribará y no los edificará…
¡Bendito sea Yahweh, porque ha escuchado la voz de mis súplicas! ¡Yahweh es mi fuerza y mi escudo! ¡En él halló certeza mi corazón y fui ayudado! Por ello se alegra grandemente mi corazón, por lo cual la daré gracias con mi canción.
Yahweh les es por fuerza a ellos, a su pueblo, y es la fortaleza salvadora de su ungido. ¡Salva a tu pueblo y bendice tu heredad! ¡Y pastoréalos y cárgalos hasta la era que viene!