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En correspondencia con el salmo que lo precede, el Salmo 112 presenta un encomio del siervo del Señor en la era presente con vistas a la era venidera. Su tema principal es la perseverancia y el deleite en discernir el espíritu que subyace a los mandamientos de Yahweh, lo cual redunda finalmente en una encarnación de la gracia, de la compasión y de la justicia del propio Yahweh, desplegadas mayormente para con quienes son rectos y para con los necesitados. Tales cosas son, precisamente, las que irritan a los impíos, quienes sólo pueden seguir mecánicamente el impulso de sus deseos.
¡Alaben a Yah!
Dichoso el hombre que teme a Yahweh y se deleita en gran manera en sus mandamientos. Su descendencia será vigorosa en la tierra, pues la generación de los que son rectos será bendecida. Bienes y tesoro hay en su casa y su justicia permanece para siempre.
En la oscuridad ha resplandecido para los que son rectos una luz llena de gracia, compasiva y justa. Bueno es el hombre que muestra gracia y que presta: llevará sus asuntos con juicio, pues no resbalará nunca. Para memoria de toda una era será el justo. No temerá las malas noticias; su corazón estará firme, asegurado en Yahweh. Sustentando está su corazón: no temerá hasta el punto de mirar en la cara a sus angustiadores. Ha repartido indiscriminadamente a los necesitados: su justicia permanece para siempre y su poder se exaltará con gloria.
Verá esto el impío y se sentirá indignado: crujirá sus dientes y desfallecerá. Pero el anhelo de los impíos desaparecerá...