Salmo 101

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En el Salmo 101, en la forma de una canción atribuida a David, el espíritu de la profecía ofrece un breve vislumbre de aquello que el siervo del Señor y Cristo es decir, a la vez, Hijo del Hombre e Hijo de Dios tiene en su corazón respecto del tiempo en que iría a reinar sobre la tierra desde Sión, la ciudad de Dios. Es claro, en tal sentido, que se trata de un momento previo a dicho tiempo, lo cual se entiende muy bien cuando el salmista supedita la total integridad de acción a una definitiva visitación de Yahweh.


  

De David. Salmo.

¡Sobre gracia y juicio cantaré! ¡Te cantaré a ti, Yahweh!

Discierno ya el camino de la integridad: ¿cuándo vendrás a mí? Entonces, me pasearé con la integridad de mi corazón en medio de mi casa.

No pondré frente a mis ojos ningún asunto de conducta desaforadamente rebelde. He odiado todo hecho de los que se dan la media vuelta: ninguno de ellos se me pegará. El corazón retorcido se apartará de mí; al maligno ni tan siquiera lo conoceré. Al que difama en secreto a su prójimo lo aniquilaré; al de mirada altanera y fanfarrón de corazón, al tal no lo sufriré…

Pondré mis ojos sobre los fieles de la tierra para que habiten conmigo. Aquel que camine en integridad, ese será el que esté a mi servicio. No habitará dentro de mi casa alguno que haga fraude; y el que habla mentiras no durará frente a mis ojos. Bien temprano aniquilaré a todos los impíos de la tierra, para quitar de la ciudad de Yahweh a todos los que obran vacuidad.

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