Salmo 108

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El Salmo 108 está compuesto por la combinación de las últimas porciones de los Salmos 57 y 60, de una forma muy singular que denota hasta qué punto el Libro de los Salmos es, por entero, un tesoro de profecía a ser discernido. En efecto, comenzando con una declaración de David pletórica de confianza y de agradecimiento a Dios y pasando por alto su lamento por el enojo de Dios con su pueblo que lo había llevado a desecharlo—, el salmo culmina con una declaración de victoria final sobre Edom, el pueblo oculto e inexpugnable de la presente era.


 

Canción. Salmo de David.

Mi corazón, Dios, está preparado; mi corazón está preparado: cantaré y compondré salmos. ¡Despierta, gloria mía! ¡Despierta, arpa y lira! ¡Me despertaré al alba! ¡Te daré las gracias entre los pueblos, Señor! ¡Te compondré salmos entre naciones! ¡Porque grande es hasta el cielo tu misericordia y hasta las nubes tu fidelidad!

¡Seas tú exaltado hasta el cielo, Dios! ¡Tu gloria, sobre toda la tierra!

Dios ha hablado en su lugar santo: “Me regocijaré grandemente; repartiré a Siquem y mediré el valle de Sucot. Galaad es mío y mío es Manasés; Efraín es la fortaleza de mi cabeza; y Judá, mi legislador. Moab es una vasija en la que me lavo; sobre Edom echaré mi calzado y sobre Filistea gritaré de gozo.”

¿Quién me conducirá a la ciudad fortificada? ¿Quién me guiará hasta Edom? ¿Acaso no serás tú, Dios, que nos habías desechado y que ya no sales, Dios, con nuestros ejércitos? ¡Provéenos tú la ayuda contra el opresor, ya que la salvación humana es algo vacuo!

¡En Dios haremos grandes cosas! ¡Y él mismo pisoteará a nuestros angustiadores!