Salmo 38

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El Salmo 38, atribuido a David, presenta proféticamente, con un lenguaje especialmente metafórico e hiperbólico, un recordatorio que el siervo del Señor dirige a este a propósito de un misterioso episodio de su vida en el que, luego de incurrir en algún tipo de imprudencia, se hunde en el recuerdo de sus iniquidades pasadas e ingresa en un espiral descendente de penas para el que no parece haber consuelo a la vista. Todo ello parece sugerir que aquello que estaría en entredicho debido al mencionado episodio sería, en última instancia, la legitimidad de su servicio a Yahweh, cuya reivindicación espera.


 

Salmo de David. Recordatorio.

No me reprendas, Yahweh, en tu enojo y vayas a castigarme con tu furor. Pues tus flechas han descendido sobre mí y tu mano me empuja hacia abajo. No hay nada íntegro en mi carne debido a tu ira, no hay bienestar en mis huesos debido a mi pecado. Porque mis iniquidades han pasado por sobre mi cabeza: como una pesada carga, han pesado más que yo. Mis heridas han hedido y supurado debido a mi imprudencia. He estado torcido y me he encorvado mucho; todo el día he andado enlutado, ya que mis lomos se llenaron de ardor y no hay nada íntegro en mi carne. Me he debilitado y he estado demasiado aplastado; he rugido por el gemido de mi corazón...

Señor: frente a ti está todo mi anhelo, y mi suspiro no te está oculto. Mi corazón resopla; me ha abandonado mi fuerza y la luz de mis ojos: aun estos ya no están conmigo. Mis amigos y mis semejantes se paran a distancia de la llaga de mi lepra y los que me eran cercanos se han parado a lo lejos. Los que buscan mi vida ponen trampas; y los que procuran mi mal han hablado cosas ruinosas y meditan cosas fraudulentas todo el día. Pero yo, como un sordo, no oigo; y como un mudo, no abro mi boca. Y soy, por lo tanto, un hombre que no oye, en cuya boca no hay reprimendas. Ya que es en ti, Yahweh, que he esperado… ¡Tú responderás, Señor, Dios mío!

Y es que yo dije: “No sea cosa que vayan a alegrarse de mí al tambalear mi pie, que se hayan creído más que yo por estar yo a punto de trastabillar y por tener mis penas de continuo frente a mí. Declararé, por lo tanto, mi iniquidad y me doleré por mi pecado. Porque mis enemigos están vivaces y firmes y se han aumentado los que me detestan sin necesidad ni razón. Y los que pagan mal por bien se me oponen por seguir yo lo que es bueno…”

¡No me abandones, Yahweh! ¡Mi Dios, no te alejes de mí!