Salmo 74

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El Salmo 74 de Asaf un masquíl o composición para despertar el discernimiento— es otra de las varias instancias en el Libro de los Salmos que da cuenta de las cosas primeras y últimas que hacen a la saga profética de Yahweh en su desapercibida marcha triunfal por la historia de la humanidad, desde los días del oriente hasta estos, los últimos de la presente era. En él, su autor —en nombre del pueblo, ya por mucho tiempo relegado y a punto de ser aniquilado por el enemigo— conmina a Dios a actuar como lo hiciera en el glorioso pasado.


 

Masquíl de Asaf

¿Por qué, Dios, nos has desechado hasta el fin y estás tan furioso con el rebaño de tus pasturas? ¡Acuérdate de tu congregación que adquirieras en el oriente, que redimieras como tribu de tu heredad, este monte de Sión en el que has residido!

Eleva tus pasos hacia las ruinas sin fin, a toda la calamidad causada por un enemigo en el lugar santo. ¡Tus angustiadores han rugido en medio de tu lugar de reunión, han puesto por señal sus propias insignias! Aquel será reconocido como el que trae hachas para alzarlas sobre un matorral de árboles; y estos, ¡ahora mismo están golpeando a una sus entallados con hacha y martillos! Han echado fuego en el santuario; ¡han echado por el piso y profanado la residencia de tu nombre! Han dicho para sí “¡Los suprimiremos a todos juntos!” Han prendido fuego todos los lugares de reunión de Dios que hay en el país. No hemos visto más nuestras insignias; ya no hay más profeta ni quien, estando con nosotros, sepa hasta cuándo…

¿Hasta cuándo, Dios, desafiará un angustiador, insultará un enemigo tu nombre hasta el extremo? ¿Por qué retraes tu mano? Y en cuanto a tu derecha, ¡dale cumplimiento desde lo más íntimo de tu seno!

Pero Dios es mi rey desde antaño, uno que obra salvaciones en medio de la tierra. ¡Tú dividiste el mar con tu poder! ¡Quebraste las cabezas de los dragones sobre las aguas! ¡Tú aplastaste las cabezas de Leviatán y lo dabas por comida a la compañía reseca del desierto! ¡Tú abriste una fuente y un arroyo! ¡Tú secaste los ríos impetuosos! ¡Tuyo es el día! ¡Y también la noche es tuya! ¡Tú estableciste lo que alumbra, así como el sol! ¡Tú fijaste todas las fronteras de la tierra! ¡Al verano y al invierno, tú los formaste!

Pero ten esto presente: un enemigo ha desafiado a Yahweh y un pueblo estúpido ha insultado tu nombre. ¡No entregues a una bestia el alma de tu tórtola! ¡Y no olvides hasta el fin la vida de tus afligidos! Mira al pacto, pues los lugares oscuros del país se han llenado de coerción. Que el abatido no se vuelva, avergonzado; que el afligido y el necesitado alaben tu nombre…

¡Levántate, Dios, y contiende en tu causa! ¡Ten presente cómo te reprocha el estúpido durante todo el día! No te olvides de la voz de tus angustiadores: el alboroto de los que se levantan contra ti asciende de continuo…