En forma similar a la del salmo que lo antecede, el Salmo 146 es una alabanza de Yahweh como gran benefactor y sustentador de toda vida humana, además del único que, no siendo un hombre mortal, tiene un poder ilimitado para librar. Hay aquí, sin embargo, una gran revelación que hace al corazón mismo de las buenas nuevas y que ha pasado desapercibida para todos: Yahweh preserva la verdad para la ya muy cercana era venidera, en la que el Hijo de Dios se manifestará sobre la tierra para hacer valer, con su poder, el auténtico derecho de los oprimidos.
¡Alaben a Yah!
¡Alaba, alma mía, a Yahweh! ¡Alabaré a Yahweh con mi vida, cantaré salmos a mi Dios mientras que tenga yo el ser!
No pongan su certeza en gente de rango, en un ser humano que carece de la capacidad para librar, ya que su aliento parte y regresa a su tierra: en ese mismo día, se esfuman sus pensamientos. Dichoso aquel de quien el Dios de Jacob es su ayuda, cuya esperanza está puesta en Yahweh su Dios, el hacedor de cielos y tierra, del mar y de todo lo que está en ellos; el que reserva la verdad para la era que viene; el que cumple el derecho de los oprimidos; el que da alimento a los hambrientos; Yahweh, el que suelta a los presos.
Yahweh es el que abre los ojos de los ciegos; Yahweh es el que endereza a todos los que están inclinados; Yahweh es el que ama a los justos; Yahweh es el que cuida de los extranjeros, el que sostiene al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los impíos.
¡Yahweh reinará por toda la era! ¡Tu Dios, Sión, por generación tras generación!
¡Alaben a Yah!