El Salmo 18 replica al que se encuentra al final del Segundo Libro de Samuel, dándole en el Libro de los Salmos un especial tono profético desde su misma dedicatoria: «Al director, al siervo de Yahweh». Esto último es una alusión al Cristo y a las vicisitudes que este experimentaría hacia el final de la era frente a sus enemigos, así como también a la victoria que Yahweh le daría sobre estos para dar paso así a su reinado en la era venidera. Su lenguaje bélico ha de entenderse ante todo como una prolongación del ensalzamiento de Yahweh, su salvador.
Al director, al siervo de Yahweh. De David, quien habló a Yahweh los asuntos de esta canción en el día en que Yahweh lo libró de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl, diciendo:
¡Te amo entrañablemente, Yahweh, fuerza mía! ¡Mi risco, mi fortificación y mi libertador! ¡Roca mía, en la cual me refugio! ¡Mi escudo, el cuerno de mi salvación y mi cumbre segura! ¡Él es digno de alabanza! ¡Clamaba yo a Yahweh y era librado de mis enemigos!
Me habían rodeado las penas de la muerte y las corrientes de indómita impiedad me aterraban. Me habían rodeado las penas del Seol, me habían puesto por delante trampas mortales. En mi angustia, invocaba a Yahweh y clamaba a los gritos a mi Dios; y él escuchaba mi voz desde su templo y mi grito llegaba a su presencia, a sus oídos. Entonces la tierra se sacudía y temblaba y los cimientos de los montes se conmovían y se estremecían porque él se había enojado ardorosamente. El humo ascendió en su nariz; y de su boca, fuego consumidor, por el cual fueron encendidas brasas…
¡Y entonces inclinó los cielos y descendió! ¡Había una densa oscuridad debajo de sus pies! Y cabalgaba sobre un querubín y volaba, atravesaba el aire sobre las alas del viento. Ponía oscuridad como su escondite, el tabernáculo suyo a su alrededor; oscuridad de aguas, densas nubes de los cielos. Desde el resplandor que iba frente a él pasaron sus densas nubes, granizo y brasas de fuego. ¡Yahweh tronaba en los cielos! ¡Y el Altísimo emitía su sonido, granizo y brasas de fuego, enviando sus flechas y dispersándolos! ¡Lanzó relámpagos que los desconcertaban!
Y entonces se hacían visibles los conductos de las aguas; y a tu reprensión, Yahweh, por el soplo del aliento de tu nariz, eran revelados los cimientos del mundo. ¡Él se estiraba desde las alturas y me tomaba, sacándome de las muchas aguas! Me libraba así de mi poderoso enemigo y de los que me odiaban, ya que habían sido más contundentes que yo. Se me anticipaban saliéndome al encuentro en el día de mi gran apuro, pero Yahweh era mi apoyo. Me sacaba a un lugar amplio, me libraba, ya que se había deleitado conmigo. Yahweh me compensaba con su justicia: conforme a la limpieza de mis manos, así me devolvía.
Pues yo había observado los caminos de Yahweh y no me hice a un lado de mi Dios impíamente. Ya que todos sus juicios estaban enfrente de mí y sus leyes no apartaba de mí. Y era íntegro con él y me guardaba de mi iniquidad. Por lo cual Yahweh me devolvió conforme a mi justicia, conforme a la limpieza de mis manos enfrente de sus ojos. Con el bondadoso tú eres bondadoso; con el varón íntegro, eres íntegro; con el limpio, eres limpio; pero con el perverso, eres retorcido. Ya que salvarás al pueblo afligido y humillarás a los ojos altivos. Pues tú, Yahweh, darás luz a mi lámpara; mi Dios alumbrará mi oscuridad. Pues contigo perseguiré a un pelotón; y con mi Dios saltaré los muros por encima.
En lo que hace a Dios, su camino es íntegro; la declaración de Yahweh está refinada al fuego: él es un escudo a todos los que se refugian en él. ¿Porque quién es Dios, salvo Yahweh? ¿Y qué roca hay, excepto nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de capacidad y quien hace íntegro mi camino; el que pone mis pies como ciervas y me conduce por sobre mis alturas; el que adiestra mis manos para la guerra, ya que había descendido un arco de bronce hasta mis brazos. Tú me das también el escudo de tu salvación y tu derecha me sustenta; y tu condescendencia me hace crecer. Ensanchas mis pasos debajo de mí y mis pies no se deslizan.
Perseguiré a mis enemigos y les daré alcance, y no volveré hasta haberlos terminado. Los aplastaré y no podrán ya levantarse, caerán bajo mis pies. Pues tú me ceñirás de capacidad para la guerra, someterás debajo de mí a quienes se me plantan. Pues mis enemigos ya me habían dado la espalda, de manera que yo los aniquilara. Clamaban y no había quien libre; incluso a Yahweh, pero no les respondió. Y yo los molía como polvo delante del viento, los anulaba como al barro de las calles…
Tú me librarás de las contiendas de un pueblo, me pondrás por cabeza de una nación: un pueblo que no he conocido me servirá. Al escuchar de mí, obedecerán; los extranjeros me fingirán obediencia. Los extranjeros se entontecerán y temblarán desde sus encierros.
¡Viva Yahweh! ¡Y bendita sea mi roca! ¡Y sea enaltecido el Dios de mi salvación! ¡El Dios que me concede venganzas y que pondrá en fuga pueblos en mi lugar! ¡El que me rescata de mis enemigos y que incluso me exalta por sobre los que se me plantan! ¡Tú me librarás del hombre cruel! ¡Por ello, Yahweh, te daré las gracias entre las naciones y cantaré salmos a tu nombre! ¡Torre de salvaciones de su rey y hacedor de bondad para con su ungido, para con David y para con su descendencia hasta la era que viene!