Salmo 72

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El Salmo 72 pone fin a las oraciones de David, el hijo de Isaí, dentro del Libro de los Salmos. El asunto del mismo es, por lo demás, muy sencillo de percibir. En efecto, partiendo de la persona de su hijo Salomón, David profetiza acerca de su otro descendiente el siervo del Señor, su Cristo y su Hijo, quien reinaría sobre la tierra en la era venidera, la cual pronto, en nuestros propios días, tendrá su comienzo. Difícilmente se haya hecho una descripción más dichosa del propósito de Dios para con la humanidad durante la era que pronto llegará.


 

Para Salomón

¡Dios, da al rey tus juicios! ¡Y tu justicia, al hijo del rey!

Él juzgará a tu pueblo con justicia y a tus afligidos con juicio. Los montes llevarán bienestar al pueblo, y las colinas cargarán con actos de justicia. Juzgará a los afligidos del pueblo; librará a los hijos del necesitado y aplastará al opresor (te temerán mientras esté el sol y en presencia de la luna, por generación de generaciones). Descenderá como lluvia sobre césped recién cortado, como las copiosas lluvias que saturan el suelo. En sus días florecerá el justo, y abundancia de bienestar hasta que se desgaste la luna. Dominará de mar a mar, y desde un río hasta los términos de la tierra. Delante de él se postrarán los habitantes del desierto y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las islas le traerán ofrenda, los reyes de Sheba y de Sabá le presentarán regalos; y todos los reyes le harán reverencia, todas las naciones lo servirán, ya que él librará al necesitado que gritare por ayuda y al afligido que no tuviese quien lo ayude. Tendrá compasión del pobre y del necesitado, salvando, de hecho, las vidas de los necesitados; redimirá sus vidas del fraude y la coerción, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos. Vivirá y se le dará el oro de Sheba; asimismo, se orará por él de continuo, se lo bendecirá todo el día. Habrá abundancia de grano en el país, en la cumbre de los montes: su fruto dará un sacudón como el Líbano y desde la ciudad florecerán como hierba verde de la tierra. Su nombre será por toda la era: florecerá su nombre en presencia del sol y en él serán bendecidas todas las naciones, las cuales lo llamarán dichoso.

¡Bendito sea Yahweh Dios, el Dios de Israel, el único que hace maravillas! ¡Y bendita sea la fama de su gloria por toda la era! ¡Y así, toda la tierra será llena de su gloria! ¡Amén y amén!

Aquí se han completado las oraciones de David, el hijo de Isaí.

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