Incluido en los Escritos —junto al libro de los Salmos, el de Job y el de Rut, entre otros— el Cantar de los cantares es el texto más misterioso de todas las Escrituras hebreas. Sin duda, ha sido esta característica la que ha dado lugar, durante siglos y milenios, a las más dispares lecturas e interpretaciones de su contenido, comenzando por la dudosa atribución de su autoría al rey Salomón. En realidad, se trata de un escrito harto profético que señala, en términos personalísimos e íntimos, el despertar del amor entre el Cristo y su iglesia en los últimos días.
1
EL CANTAR DE LOS CANTARES, QUE ES PARA SALOMÓN
¡QUE ME BESE ÉL CON LOS BESOS DE SU BOCA! ¡Porque mejores son tus amores que el vino! De la fragancia de tus finos ungüentos, tu nombre es un ungüento derramado: ¡es por eso que te han amado las doncellas! ¡Atráeme en pos de ti! ¡Corramos!
El rey me introdujo en sus habitaciones: “¡Regocijémonos y alegrémonos en ti!”
¡Acordémonos de tus amores más que del vino! ¡Con razón te han amado!
Aunque soy morena, hijas de Jerusalén, soy agraciada como las tiendas de Quedar, como las cortinas de Salomón. ¡No reparen en que soy morena, ya que es el sol el que me ha mirado! Los hijos de mi madre se enojaron conmigo: me pusieron como cuidadora de los huertos, ¡y a mi propio huerto no he cuidado!
Hazme saber tú, aquel al que ama mi alma, dónde apacientas, dónde te echas a descansar al mediodía. Ya que ¿por qué iría yo a ser como una que se cubre con un velo junto a los rebaños de tus compañeros?
SI NO LO SUPIERES, HERMOSA ENTRE LAS MUJERES… Ve, sal tras las huellas del rebaño y apacienta a las cabritas junto a los lugares en que residen los pastores.
Yo te he comparado, amiga mía, a mi yegua en los carros del faraón. Se han vuelto agraciadas tus mejillas entre los giros de tu pelo, tu cuello entre tus gargantillas: ¡te haremos collares de oro con gotas de plata!
¡MIENTRAS EL REY AUN ESTABA EN SU MESA REDONDA, mi nardo soltó su fragancia! Mi amado es para mí una bolsita de mirra: pasa la noche entre mis dos pechos. Mi amado me es un racimo de alheña en los huertos de Ein-Guedi.
¡MÍRATE, HERMOSA, AMIGA MÍA! ¡Mírate, hermosa: tus ojos son palomas!
¡MÍRATE, HERMOSO, AMADO MÍO! ¡Eres ciertamente encantador! ¡Nuestro lecho es exuberante! ¡Las vigas de nuestra casa son de cedro, nuestros paneles de ciprés!
2
YO SOY LA ROSA DEL SHARÓN, el lirio de los valles.
COMO UN LIRIO ENTRE LAS ESPINAS, así es mi amiga entre las hijas.
Como el manzano entre los árboles del bosque, así es mi amado entre los hijos. A su sombra sentí deseo y me senté, ¡y su fruto fue dulce a mi paladar! Me introdujo en la sala del banquete y su insignia sobre mí fue “Amor”. ¡Susténtenme con jarras de vino, confórtenme con manzanas, porque estoy enferma de amor! ¡Su izquierda estaba bajo mi cabeza y su derecha me abrazaba!
(YO LAS CONJURO A USTEDES, hijas de Jerusalén, por los corzos o por las ciervas del campo, que no inciten ni despierten al amor hasta que lo desee.)
¡LA VOZ DE MI AMADO! ¡Miren esto! ¡Viene saltando sobre las montañas, esquivando las colinas! Mi amado se parece a un corzo o a uno joven de entre los ciervos. ¡Miren esto: está parado detrás de nuestra pared! ¡Mira atentamente desde las ventanas, espía desde los enrejados! Mi amado habló y me dijo:
“¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y sal! Porque mira: ha pasado el invierno; la lluvia ha cambiado, se ha ido; las flores se hacen visibles en el país; ha llegado el tiempo de la canción de la cosecha y la voz de la tórtola se hace oír en nuestra región; la higuera ya ha dado sus higos tardíos; y las viñas, con sus pequeñas uvas, han dado su fragancia. ¡Levántate! ¡Ven, amiga mía, hermosa mía, y sal! ¡Mi paloma, que estás en las hendiduras del risco, en lo oculto de la ladera escalonada! ¡Muéstrame tu apariencia! ¡Déjame oír tu voz! Porque dulce es tu voz; y tu apariencia, agraciada…”
¡ATRAPEN POR NOSOTROS A LOS ZORROS, a los zorros pequeños que arruinan los huertos y el huerto nuestro, el cual ha dado pequeñas uvas!
Mi amado es mío y yo soy de él, del que apacienta entre los lirios…
¡Hasta que irrumpa el día y las sombras hayan huido, vuélvete! ¡Hazte semejante, amado mío, a un corzo o a uno joven de entre los ciervos sobre las montañas de Betar!
3
SOBRE MI CAMA, POR LAS NOCHES, busqué a aquel al que ama mi alma; lo busqué, pero no lo encontré. Entonces me dije: “Me levantaré ahora y recorreré la ciudad: por las calles y por las avenidas busque yo a aquel al que ama mi alma…” Lo busqué, pero no lo encontré… Me encontraron los guardias que patrullan la ciudad, y les dije: “¿Han visto a aquel al que ama mi alma?”
Fue apenas de haberlos pasado un poco que encontré a aquel al que ama mi alma. Lo así y no lo solté hasta que lo introduje en la casa de mi madre y en la habitación de la que me dio a luz…
(YO LAS CONJURO A USTEDES, hijas de Jerusalén, por los corzos o por las ciervas del campo, que no inciten ni despierten al amor hasta que lo desee.)
¿Quién es esta que sube desde el desierto como columnas de humo, sahumada de mirra e incienso y de todo polvo de vendedor ambulante? ¡Vean, es la litera suya, la de Salomón! Sesenta valientes la escoltan de entre los valientes de Israel; todos ellos empuñan una espada, duchos para la batalla; cada cual con su espada sobre su muslo debido al temor en las noches.
El rey Salomón se hizo un palanquín de maderas del Líbano: sus columnas las hizo de plata; su respaldo, de oro; su asiento, de púrpura; y su parte interna, incrustada del amor de las hijas de Jerusalén. ¡Salgan, hijas de Sión, y contemplen al rey Salomón con la diadema que le compuso su madre en el día de su boda, en el día de la alegría de su corazón!
4
¡MÍRATE, HERMOSA MÍA! ¡Mírate, hermosa! ¡Tus ojos son palomas detrás de tu pañuelo! ¡Tu pelo, como el rebaño de los machos cabríos que se han reclinado desde la montaña de Galaad! ¡Tus dientes, como el rebaño de las trasquiladas que han subido desde el lavadero, todas las cuales tienen gemelos y entre las cuales no hay estéril! ¡Tus labios, como una cuerda de escarlata; y tu habla, agraciada, como un corte del granado del templo de tu cabeza detrás de tu pañuelo! ¡Tu cuello, como la torre de David, construido para armería! ¡Mil escudos penden de él, todos los escudos de los valientes! ¡Tus dos pechos, como dos jóvenes gemelos de gacela, los cuales apacientan entre los lirios!
Hasta que irrumpa el día y las sombras hayan huido, me iré a la montaña de la mirra y a la colina del incienso… ¡Toda tú eres hermosa, amiga mía! ¡Y en ti no hay mancha! ¡Ven conmigo desde el Líbano, esposa mía! ¡Ven conmigo desde el Líbano! ¡Contempla desde la cumbre del Amana, desde la cumbre del Senir y el Hermón, desde las guaridas de los leones, desde las montañas de los leopardos! ¡Has animado mi corazón, hermana mía, esposa! ¡Me has animado con uno de tus ojos, con un collar de tu cuello! ¡Cuán hermosos se han vuelto tus amores, hermana mía, esposa! ¡Cuánto mejores que el vino se han hecho tus amores! ¡Y el aroma de tus ungüentos, más que todos los perfumes! ¡Tus labios gotean como un panal que destila, esposa mía! ¡Hay miel y leche bajo tu lengua; y el aroma de tus vestidos es como el aroma del Líbano!
Un jardín obstruido eras, hermana mía, esposa: un oleaje obstruido, una fuente sellada. Tus brotes son un paraíso de granados con frutos excelentes, alheñas con nardos. Nardo y azafrán, caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloes, con todos los principales perfumes. ¡Fuente de jardines, pozo de aguas vivas y que fluyen desde el Líbano!
¡DESPIERTA, VIENTO DEL NORTE! ¡Y ven, viento del sur! ¡Sopla en mi jardín! ¡Que fluyan sus perfumes! ¡Vendrá mi amado a su jardín y comerá de su fruto excelente!
5
¡HE VENIDO A MI JARDÍN, HERMANA MÍA, ESPOSA! He recogido mi mirra con mis perfumes; he comido mi panal con mi miel; he bebido mi vino con mi leche… ¡Coman, amigos! ¡Beban y embriáguense, amados!
YO ESTOY DORMIDA, pero mi corazón está despierto. ¡La voz de mi amado, que golpetea: “Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, que mi cabeza está repleta de rocío y mis mechones de gotas de la noche…”
Ya me he quitado mi túnica, ¿cómo iría a vestirme? Ya he lavado mis pies, ¿cómo iría a ensuciarlos?
Mi amado metió su mano por el hueco y mis entrañas se conmovieron por él…
Me levanté yo para abrir a mi amado y mis manos goteaban mirra; y mis dedos, mirra que fluía sobre la agarradera del cerrojo. Abrí yo a mi amado, pero mi amado se había retirado, ya había pasado… ¡Y mi alma se me había salido con su habla! Lo busqué, pero no lo encontré; lo llamé, y no me respondió. Me encontraron los guardias que patrullan en la ciudad. ¡Me golpearon, me hirieron y quitaron mi velo de sobre mí los guardias de los muros!
¡YO LAS CONJURO A USTEDES, hijas de Jerusalén, si encontraren a mi amado, ¿qué es lo que le dirán? ¡Que estoy enferma de amor!
¿Qué es tu amado más que cualquier amado, tú, la hermosa entre las mujeres? ¿Qué es tu amado más que cualquier amado para que nos conjures así?
¡Mi amado es blanco y rubio, destacado entre diez mil! Su cabeza es del más fino oro; sus mechones son encrespados, negros como el cuervo; sus ojos, como palomas junto a riachuelos de aguas, lavándose en leche, bien colocados; sus mejillas, como el jardín colgante de las dulces fragancias, lechos de especias aromáticas; sus labios, lirios que gotean mirra que fluye; sus manos, círculos de oro llenos de crisólito; su abdomen, una lámina de marfil recubierta de safiros; sus piernas, columnas de mármol fundadas sobre oro fino; su apariencia, como el Líbano, selecta como los cedros; su paladar, dulcísimo. Verdaderamente, todo él es deseable… ¡Tal es mi amado y tal es mi amigo, hijas de Jerusalén!
6
¿Adónde ha ido tu amado, hermosa entre las mujeres? ¿Hacia dónde se ha vuelto tu amado, que lo buscaremos contigo?
Mi amado descendió a su jardín, al jardín colgante de las dulces fragancias para apacentar en los jardines, para recoger lirios.
¡Yo soy de mi amado y mi amado es mío, el que apacienta entre los lirios!
¡HERMOSA ERES TÚ, AMIGA MÍA! ¡Como Tirza, agraciada! ¡Como Jerusalén! ¡Imponente como una formación de estandartes! ¡Vuelve tus ojos de enfrente de mí, que me han intimidado! Tu pelo es como el rebaño de los machos cabríos que se han reclinado desde la montaña de Galaad; tus dientes son como el rebaño de las hembras de las ovejas que han subido desde el lavadero, todas las cuales tienen gemelos y entre las cuales no hay estéril; son como un corte del granado del templo de tu cabeza detrás de tu pañuelo…
SESENTA SON LAS REINAS, y ochenta las concubinas; y las doncellas, sin número. Una es la paloma mía, la perfecta mía: ella es la única de su madre, la escogida de la que la dio a luz. La vieron las doncellas y la declararon dichosa; reinas y concubinas, y la alabaron.
¿QuIÉN ES ÉSTA, la que se inclina hacia abajo a mirar, semejante al alba, hermosa como la luna, clara como el sol, imponente como una formación de estandartes?
HE DESCENDIDO AL JARDÍN DE LAS NUECES, a inspeccionar los brotes verdes del valle regado por el río, a inspeccionar el florecer de la viña, el florecer de los granados. ¡No me había percatado de que mi alma me había puesto como carrozas de mi pueblo noble!
¡Vuélvete! ¡Vuélvete, tú, la Shulamita! ¡Vuélvete! ¡Vuélvete, y tendremos una visión en ti! ¿Qué es lo que verán en la Shulamita? ¡Algo como la danza de los dos campamentos!
7
¡Cuán hermosos se han vuelto tus pasos en tus sandalias, hija de nobles! Las curvas de tus costados son como joyas, hechura de un artista; tu ombligo es como el tazón redondo al que no le falta la mixtura del vino; tu vientre es como un manojo de trigo rodeado de los lirios; tus dos pechos, como dos jóvenes gemelos de gacela; tu cuello, como la torre del marfil; tus ojos, estanques en Hesbón junto al portal de Bat-Rabim; tu nariz, como la torre del Líbano que vigila la superficie de Damasco; tu cabeza sobre ti, como el Carmelo, y el cabello de tu cabeza como púrpura de rey atada entre los pasillos… ¡Cuán hermosa te has puesto y cuán agradable, amor de los deleites! Esta tu altura se asemeja a una palmera, y tus pechos a racimos. Yo dije “Subiré a una palmera y asiré sus rabillos. ¡Deja que tus pechos sean como racimos de la viña y la fragancia de tu rostro como las manzanas! ¡Y tu paladar, como el buen vino, que se dirige a mi amado para las cosas rectas, que hace hablar los labios de los dormidos!
YO SOY DE MI AMADO, y su deseo es hacia mí.
¡VEN, AMADO MÍO! ¡Saldremos al campo, pasaremos la noche en las aldeas! Madrugaremos para ir a los huertos. Inspeccionemos si la viña ha florecido, si ha dado a ver las pequeñas uvas, si han florecido los granados… ¡Allí te daré a ti mis amores! Las mandrágoras han dado su aroma, y junto a nuestras puertas hay todas cosas excelentes, tanto nuevas como añejas, que he atesorado para ti…
8
¡Quién diera que fueses para mí como un hermano, como uno que mamó de los pechos de mi madre! Así, yo te encontraría en la calle e incluso te besaría y no me despreciarían. Yo te conduciría y te introduciría en la casa de mi madre, tú me enseñarías y yo te haría beber del vino sazonado del jugo de mis granadas… ¡Que su izquierda esté bajo mi cabeza y su derecha me abrace!
(YO LAS CONJURO A USTEDES, hijas de Jerusalén: ¿por qué incitarían y por qué despertarían al amor hasta que lo desee?
¿QUIÉN ES ESTA QUE SUBE DESDE EL DESIERTO recostada sobre su amado? ¡Debajo de un manzano te había incitado yo! ¡Allí te había malogrado tu madre! ¡Allí había tenido dolores la que te dio a luz! ¡Ponme como al sello sobre tu corazón, como al sello sobre tu brazo! ¡Porque fuerte como la muerte es el amor, obstinado como el Seol es el celo! ¡Sus chispas son chispas de fuego de la ardiente llama de Yah! Las muchas aguas no lograrían apagar al amor, ni los ríos lo anegarían: si permutase alguien el amor por todos los bienes de su casa, lo despreciarían enormemente…
Tenemos una hermana; es pequeña y no tiene pechos: ¿qué haremos por nuestra hermana el día en que fuese solicitada? Si ella es un muro, construiremos sobre él una hilera de plata; y si ella es una puerta, la revestiremos con una plancha de cedro…
¡Yo soy un muro! ¡Y mis pechos son como torres! Ya en aquel entonces había sido a sus ojos como una que encuentra paz…
Hubo un huerto de Salomón en Baal Hamón. Y él entregó el huerto a cuidadores, cada uno de los cuales traía por su producto mil monedas de plata.
MI VIÑA, QUE ES MÍA, está en mi presencia: mil son tuyas, Salomón; y doscientas son de los cuidadores de su producto.
TÚ, LA QUE HABITAS EN LOS JARDINES: los compañeros están atentos a tu voz... ¡Házmela oír!
¡SAL RÁPIDAMENTE, AMADO MÍO! ¡Hazte parecido a un corzo o a uno joven de entre los ciervos sobre las montañas de las dulces fragancias!