Salmo 3

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El Salmo 3 presenta una meditación de David sobre la oposición que experimentaría el siervo del Señor como parte de su experiencia expiatoria, conforme a la justicia de Dios. Tal como indica el título de su encabezamiento, dicha meditación gira en torno al amarguísimo episodio vivido por David al rebelarse contra él su hijo Absalón, quien lo obligara a huir de Jerusalén, llevando las cosas hasta un extremo que signaría, finalmente, su propia ruina. Con ello, antes que echar sobre alguien muy amado el peso de un odio perpetuo, el salmo parece preferir la compasión para con todos los enemigos.


 

 Salmo de David. En su huída de delante de su hijo Absalón.

¡Yahweh! ¡Cuánto se han aumentado mis angustiadores! ¡Son muchos los que se plantan contra mí! ¡Muchos dicen a mi alma: “No hay para él salvación en Dios”! (selah)

Pero tú, Yahweh, eres un escudo a mi alrededor, mi honra y el que alza mi cabeza. Con mi voz clamaré a Yahweh y él me responderá desde su monte santo (selah). Yo me acosté y duermo; y también despertaré, ya que es Yahweh quien me sostiene. ¡No temería a diez mil del pueblo que pusiesen sitio contra mí!

¡Plántate, Yahweh! ¡Sálvame, mi Dios! De hecho, ya has herido a todos mis enemigos en la quijada, has quebrado los dientes de los impíos.

¡La salvación pertenece a Yahweh! Tu bendición está sobre tu pueblo (selah).

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