Salmo 115

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De manera bastante clara para quienes tengan algún entendimiento, el salmo 115 se refiere al final de la era, es decir, a los días previos en que la vida del Hijo de Dios se manifestaría en la tierra. De ahí que establece una suerte de contundente dicotomía entre aquellos que en tales días pondrían su confianza en el Dios vivo que lo ha hecho todo y quienes, por el contrario, insistirían en confiar en toda hechura humana, conformando así el bando de los aferrados a la inepta (¡pero conocida!) experiencia de muerte que perseguirán hasta el fin en su actitud.


 

¡No a nosotros, Yahweh, no a nosotros, sino a tu propio nombre da la gloria por tu bondad y por tu lealtad!

¿Por qué dirán las naciones “A ver, dónde está el Dios de ustedes”, siendo que nuestro Dios está en el cielo e hizo todo cuanto ha querido? Sus ídolos son plata y oro, hechura de manos humanas: tienen boca pero no hablan, tienen ojos pero no ven, tienen orejas pero no escuchan, tienen narices pero no olfatean, tienen manos pero no palpan, tienen pies pero no andan; no emiten nada con sus gargantas. Tal como ellos son los que los hacen y cualquiera que ponga en ellos su certeza.

¡Pongan, Israel, su certeza en Yahweh! ¡Él es su ayuda y su escudo! ¡Pongan, familia de Aarón, su certeza en Yahweh! ¡Él es su ayuda y su escudo! ¡Pongan, los que temen a Yahweh, su certeza en Yahweh! ¡Él es su ayuda y su escudo!

¡Yahweh nos ha tenido en cuenta: bendecirá! Bendecirá a la familia de Israel, bendecirá a la familia de Aarón; bendecirá a los que temen a Yahweh, a los pequeños junto con los grandes. ¡Yahweh añadirá bendición sobre ustedes, sobre ustedes y sobre sus hijos! ¡Benditos son ustedes de Yahweh, hacedor del cielo y la tierra! El cielo es el cielo de Yahweh, y él ha dado la tierra para los seres humanos…

No son los muertos los que alabarán a Yah, ni tampoco todos los que descienden al silencio. ¡Pero nosotros bendeciremos a Yah desde ahora y por toda una era!

¡Alaben a Yah!