Salmo 63

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El título del encabezamiento del Salmo 63 vincula al mismo con cierta estada de David en el desierto de Judá, al tiempo que las palabras que lo componen sugieren fuertemente la ocasión en que huía de la presencia del rey Saúl, quien lo buscaba por todas partes para matarlo. Es, entonces, en dicha circunstancia que el salmista se expresa acerca de algo que presenta como una visión profética, visión en la que se entremezclan su destino como rey de Israel y el de su descendiente, el Cristo, llamado a ser el rey de toda la tierra en la era venidera.


 

Salmo de David. En su estada en el desierto de Judá.

¡Dios! ¡Tú eres mi Dios! ¡Madrugaré en pos de ti! ¡Mi alma ha estado sedienta de ti! ¡Mi carne te ha anhelado en una tierra seca y exhausta en la que no hay agua! Es así como he tenido una visión del santo, viendo así tu poder y tu gloria. ¡Mis labios te alaban, porque tu bondad es mejor que la vida misma!

Por lo tanto, te bendigo en mi vida y elevo en tu nombre mis palmas. Mi alma se sacia como de grasa y tuétanos y mi boca alaba con labios de estruendoso júbilo. Si me acuerdo de ti sobre mi cama, es en ti que medito en las vigilas de la noche. Pues has sido mi ayuda y en la sombra de tus alas me regocijo con estruendo. Mi alma se ha apegado a ti; tu derecha me ha sustentado.

Pero aquellos que buscan mi alma para devastarla caerán hasta las profundidades de la tierra: los derramarán con espada en mano; serán la porción de los chacales.

En cambio, el rey se alegrará en Dios. Todo el que jure por él se exultará cuando se cierre la boca de los que hablan mentira.