Salmo 137

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El Salmo 137 refleja toda la tristeza y la amargura del exilio en Babilonia de los habitantes de Jerusalén desde los días en que Nabucodonosor arrasó con la ciudad y el templo por orden del mismo Yahweh, según puede leerse en el libro del profeta Jeremías. Su fuerte imprecación del final contra los descendientes de Edom, hermano de Israel, constituye en verdad una profecía acerca de los idumeos en el fin de la era, sobre lo cual puede leerse en los libros de los profetas, muy especialmente en el de Abdías, cuyo contenido aporta el contexto profético de este salmo.


 

Junto a los ríos de Babilonia, allí nos hemos sentado y también llorado en nuestro recuerdo de Sión. Sobre los sauces, en medio de ella, hemos colgado nuestras arpas, ya que quienes nos habían exiliado nos pedían allí la letra de una canción y los que nos habían saqueado nos pedían alegría: “¡Cántennos algo de la canción de Sión!”

¿Cómo iríamos a cantar la canción de Yahweh en un suelo extranjero? ¡Si me olvidare de ti, Jerusalén, que mi derecha ya no sepa más nada! ¡Que mi lengua se pegue a mi paladar si no te recordase, si no pusiere en alto a Jerusalén como mi principal alegría!

¡Acuérdate, Yahweh, de los descendientes de Edom, del día de Jerusalén, de los que decían “Arrásenla, arrásenla hasta sus cimientos”!

Hija de Babilonia, la devastada: ¡dichoso el que te pagare con la misma moneda con la que tú nos pagaste! ¡Dichoso el que tomare y estrellare a tus niñitos contra la peña!

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