Salmo 141

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El Salmo 141 de David contiene indicios patentes de que se trata de una profecía orientada hacia los días del Cristo en el final de la era. En él, la oración a Yahweh es comparada con el incienso que solía ahumar y perfumar el lugar santísimo en los días del antiguo templo en Jerusalén, y la ofrenda es presentada como un sacrificio voluntario al Dios que cuida, preserva y disciplina a los que son suyos. Por cierto que todo ello se corresponde muy bien con la ya manifestada auténtica meta de la antigua instrucción levítica, la cual era un Cristo.


 

Salmo de David

Yahweh, he clamado a ti: ¡apresúrate en pos de mí! ¡Presta oídos a mi voz al clamar yo a ti! Mi oración se dispone como incienso en tu presencia, el alzar de mis palmas viene a ser la ofrenda del crepúsculo.

Pon, Yahweh, un guardián a mi boca; preserva la puerta de mis labios. Que mi corazón no se incline a ningún asunto malo, a ensayar prácticas de impiedad con los hombres que obran vacuidad, y que de ninguna manera me alimente yo de sus refinados platillos.

Que un justo me golpee, es una gracia; y que me reprenda es aceite de primera que no anulará mi cabeza: incluso en tal caso mi oración seguirá siendo contra las maldades de aquellos. Serán dejados caer por un risco sus jueces, y escucharán mis dichos, los cuales son fieles. Como quien hiende y parte la tierra, nuestros huesos son esparcidos junto al Seol.

Pero es hacia ti, Yahweh mi Señor, que apuntan mis ojos; es en ti que me he refugiado: ¡no dejes mi alma a la intemperie! ¡Cuídame de la trampa que me han tendido y de las carnadas de los que obran vacuidad! Que los impíos caigan a una en sus propias redes mientras yo paso hacia adelante…

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