El salmo 65 es una canción profética acerca de la era venidera como el tiempo en que Sión —sede central del reino de Dios— será establecida como el gozo de la tierra, del mar y de sus más remotos confines, aunque no sin que antes se haya calmado el tumulto de las naciones ignorantes de la justicia sobre la que Sión reposa. El salmo presenta, de hecho, algunas afinidades lingüísticas con el libro de Zacarías, en el que el sumo sacerdote Josué es coronado y designado «Renuevo» como un tipo del Cristo en su función de rey y sumo sacerdote.
Las así llamadas «bendiciones de la obediencia y maldiciones de la desobediencia» que se encuentran formuladas hacia el final del libro del Deuteronomio constituyen una anticipación de lo que ocurriría con el pueblo de Dios si es que obedecía a Yahweh —su redentor de la durísima servidumbre que había padecido en Egipto— o si, en cambio, hacía caso omiso a su instrucción. En realidad —tal como ocurre, de hecho, con el resto de las Escrituras—, estas y otras cosas han sido formuladas con vistas al final de esta era, en el que todo tiene y tendrá su cabal cumplimiento.