Salmo 6

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El Salmo 6 es uno de los más breves dentro del libro de los Salmos. No obstante ello, su importancia profética es innegable, incluso preeminente. Esto se debe al hecho de que, en su evangelio, Juan registra el momento en que Jesús cita unas palabras de dicho salmo en el mismo día de su entrada triunfal en Jerusalén, a sabiendas de lo que allí le aguardaba en breve, a saber: su muerte en la cruz y su resurrección como una forma de glorificar el nombre del Padre y de rescatar a toda la humanidad de la muerte y del Seol.


 

Al director. Con instrumentos de cuerda. Sobre La Octava. Salmo de David.

No me reprendas, Yahweh, en tu furia, ni me castigues en tu enojo. Muéstrame tu gracia, ya que yo estoy débil; sáname, pues mis huesos se han estremecido y mi alma se ha estremecido en grande...

Y tú, Yahweh, ¿hasta cuándo? ¡Vuélvete a mí, Yahweh! ¡Libra mi alma! ¡Sálvame a cuenta de tu bondad! Porque en la muerte no hay quien te tenga presente: en el Seol, ¿quién te dará las gracias? Me he fatigado en mi suspirar; en mi cama nado en lágrimas toda la noche, riego de lágrimas mi lecho. Debido al dolor, mi ojo me ha fallado, ha envejecido a causa de todos mis angustiadores…

¡Apártense de mí, todos los que practican la vacuidad, porque Yahweh ha escuchado el sonido de mi llanto! ¡Yahweh ha escuchado mi súplica! ¡Yahweh ha recibido mi oración!

Se avergonzarán y se estremecerán en grande todos mis enemigos: ¡se volverán y se avergonzarán en un instante!

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