A los filipenses

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Enviada por Pablo desde su prisión en Roma, la carta a los filipenses combina dichosamente una serie de detalles que hacen a la situación de su autor, a la de sus acompañantes y a la de sus destinatarios con uno de los pasajes más sorprendentes de todo el Nuevo Testamento: aquel en que, casi como al pasar, al instar a los filipenses a imitar al Cristo Jesús en su desprendimiento y en su humildad, Pablo identifica a este con Yahweh, algo que el cristianismo occidental parece no haber podido o siquiera deseado abordar cabalmente durante tantos y tantos siglos transcurridos.


 

1

Pablo y Timoteo, siervos del Cristo Jesús, a todos los consagrados en el Cristo Jesús que están en Filipos junto a los supervisores y los servidores: gracia a ustedes y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Doy gracias a mi Dios con cada recuerdo que tengo de ustedes siempre, en cada ruego mío por todos ustedes, haciendo rogativos con alegría por su asociarse con la buena nueva desde el primer día hasta el presente, confiando ustedes en esto: que Aquel que ha comenzado en ustedes la buena obra, la seguirá completando hasta el día de Jesucristo. Lo hago conforme a lo que me corresponde al pensar en todos ustedes, por tenerme en sus corazones durante mis prisiones y durante mi defensa y confirmación de la buena nueva, siendo todos ustedes compañeros míos de la gracia. Y es que Dios me es testigo de cuánto los añoro con las entrañables compasiones del Cristo Jesús. Y esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde más y más en un conocimiento preciso y en toda sensibilidad para que estén aprobando las cosas que importan, a fin de que sean claros como el sol y sin falta en el día del Cristo, llenos de los frutos de justificación que son por medio de Jesucristo para gloria y alabanza de Dios.

En todo caso, hermanos, quiero que sepan que mis asuntos han venido a ser más bien para el progreso de la buena nueva, al punto de que mis prisiones por un Cristo se han vuelto notorias para el pretorio por entero y para todos los demás, y que la mayoría de los hermanos —habiendo cobrado confianza en el Señor por mis prisiones— se atreven mucho más a hablar la palabra de Dios sin temor. Algunos, en verdad, incluso predican al Cristo por envidia y porfía, pero otros también por placer: estos últimos, de hecho, por amor, habiéndose dado cuenta de que estoy apostado para la defensa de la buena nueva; aquellos, sin embargo, anuncian al Cristo por contienda, no con pureza, deseando traer angustia a mis prisiones. ¿Entonces qué? Que pese a todo, de todas maneras, ya sea como pretexto o con sinceridad, es anunciado un Cristo; y en esto me alegro y, pese a todo, me seguiré alegrando. Y es que percibí que esto me resultará en liberación debido a las oraciones de ustedes y al apoyo del espíritu de Jesucristo, según mi presentimiento y esperanza de que en nada seré avergonzado, sino que, con toda confianza, como siempre, también ahora será magnificado un Cristo en mi cuerpo, ya sea por vida o ya sea por muerte. Ya que para mí el vivir es un Cristo; y el morir, ganancia.

Ahora bien, si esto, el vivir en la carne, significa fruto para mi trabajo, ya no sé qué escogería. Y es que estoy tironeado por ambas cosas, teniendo deseo de partir y estar con un Cristo (lo cual es muchísimo mejor), aunque el permanecer en la carne es más necesario debido a ustedes. Y habiendo confiado en esto último, supe que permaneceré y continuaré con todos ustedes, para su progreso y alegría de la fe, a fin de que abunde su exultarse en el Cristo Jesús conmigo debido a mi presencia otra vez con ustedes. Sólo que compórtense a la altura de la buena nueva del Cristo, a fin de que, ya sea que yendo a verlos o estando ausente, oiga de ustedes que están firmes en un mismo espíritu, en una misma alma, contendiendo con la fe de la buena nueva, y en nada amedrentados por los que se oponen, lo cual es ciertamente un indicio de ruina para ellos, pero para ustedes de salvación; y esto, de parte de Dios. Y es que a ustedes les es concedido por gracia, a cuenta del Cristo, no solamente que crean en él, sino también el tener su padecimiento, teniendo el mismo conflicto que vieron en mí y que ahora oyen que hay en mí.

2

Por lo tanto, si hay algún consuelo en el Cristo, si hay algún apaciguamiento, si hay alguna comunión de espíritu, si hay algún afecto entrañable y alguna misericordia, completen mi alegría a fin de estar ustedes sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes en el sentimiento, no haciendo nada por contienda o por ambición, sino con un sentimiento de humildad, estimándose los unos a los otros como por encima de sí mismos, no mirando cada cual por lo suyo, sino también por lo de los otros. Que haya, pues, en ustedes este sentir que hubo también en el Cristo Jesús, el cual, siendo ya previamente en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como un botín al que aferrarse, sino que, despojándose de sí mismo, tomó la forma de un siervo, tornándose en la semejanza de un ser humano; y siendo percibido como un ser humano en su apariencia exterior, se humilló a sí mismo siendo dócil hasta la muerte, incluso hasta una muerte de cruz. Por lo cual también Dios lo exalta hasta lo más alto y le asigna con sumo beneplácito un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de lo que está en el cielo y en la tierra y bajo la tierra, y que toda lengua reconozca abiertamente y con alegría que Yahweh es Jesucristo para la gloria de Dios Padre.

Por lo tanto, mis amados, tal como siempre obedecieron —no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia— estén procurando su propia salvación con temor y temblor, ya que es Dios el que activa en ustedes tanto el querer como el hacer en favor de aquello que le complace. Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de llegar a ser sin mancha e íntegros, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación retorcida y extraviada, en medio de la cual resplandecen ustedes como luceros en el mundo, aferrando la palabra de la vida para que en el día del Cristo pueda yo ufanarme de no haber corrido la carrera en vano ni haber trabajado arduamente en vano. Y aun si fuese derramado en libación sobre el sacrificio y el servicio de la fe de ustedes, me alegro y me regocijo con todos ustedes: por esto mismo, alégrense y regocíjense también ustedes juntamente conmigo...

En todo caso, espero a cuenta del Señor Jesús el estar enviándoles pronto a Timoteo a fin de estar yo también de buen ánimo, sabiendo de los asuntos de ustedes. Y es que a ninguno tengo de un ánimo acorde al mío y que tan genuinamente iría a preocuparse por ustedes. Y es que todos buscan lo propio, no lo que es del Cristo Jesús. Sin embargo, ustedes están al tanto de su mérito, que como un hijo con un padre estuvo junto a mí sirviendo a la buena nueva. A este, por lo tanto, espero estar enviándoles tan pronto como vea yo las cosas que me atañen al presente. Aun así, confío en el Señor que yo mismo estaré también yendo pronto.

Ahora bien, he considerado necesario el enviarles a Epafrodito mi hermano, colaborador y compañero de milicia, enviado de ustedes y servidor en mis necesidades, puesto que él los extraña mucho y está muy angustiado debido a que ustedes oyeron que se enfermó. Y es que de hecho estuvo enfermo, cercano a la muerte; pero Dios tuvo misericordia de él (aunque no sólo de él, sino también de mí, a fin de que yo no tuviese tristeza sobre tristeza). De manera que lo envío con toda diligencia a fin de que, viéndolo otra vez, ustedes se alegren y yo ya no esté triste. Recíbanlo, por lo tanto, conforme al Señor, con toda alegría. Y tengan en estima a los que son como él, que por la obra del Cristo estuvo cercano a la muerte, arriesgando su vida para suplir lo que estaba faltando de la asistencia de ustedes en pos de mí.

3

Por lo demás, hermanos, ¡alégrense en el Señor! A mí, de hecho, no me es molesto el escribirles las mismas cosas, y para ustedes es seguro.

Cuídense de los perros; cuídense de los malos obreros; cuídense de la mutilación. Porque la circuncisión somos nosotros, los que estamos sirviendo a Dios en espíritu y nos ufanamos a cuenta del Cristo Jesús y no estamos confiando en la carne. Aunque yo tengo de qué confiar también en la carne. Si otro considera que tiene de qué confiar en la carne, yo más aun: circuncidado al octavo día; del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín; hebreo de hebreos; en cuanto a la interpretación de la Ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justificación que es por la Ley, hecho irreprensible. Sin embargo, cuantas cosas eran para mí ganancia, las consideré pérdida por causa del Cristo. ¡Si, indudablemente! Y también considero a todas las cosas como pérdida por causa de la excelencia del conocimiento del Cristo Jesús, mi Señor, en virtud del cual lo he perdido todo y lo considero como estiércol a fin de ganar a un Cristo y ser hallado en él, no teniendo mi propia justificación que proviene de la Ley, sino por medio de la fe de un Cristo —la justificación que proviene de Dios por la fe—, para conocerlo a él, así como también al poder de su resurrección y a la participación en sus padecimientos, asemejándome en su muerte, si en alguna manera alcanzase la resurrección que es de entre los muertos. No que ya lo haya alcanzado ni que ya esté completo, sino que prosigo, por si también puedo alcanzar aquello para lo que también fui alcanzado por el Cristo Jesús. Hermanos: yo mismo no considero que ya lo alcancé; sin embargo, hago una cosa: olvidando las cosas que quedan atrás, extendiéndome hacia las cosas que hay por delante, prosigo a la meta por el premio del llamamiento de Dios hacia lo alto en el Cristo Jesús.

Por lo tanto, cuantos seamos los que estamos completos, sintamos esto mismo; y si ustedes sienten otra cosa, incluso esto se los estará revelando Dios. Más aun: en aquello en que nos anticipamos a otros, conducirnos en la misma regla, sentir lo mismo. Háganse imitadores de mí, hermanos, y fijen su mirada en los que así andan, conforme al ejemplo que tienen en nosotros. Ya que muchos andan por ahí  —de los cuales les hablaba yo muchas veces a ustedes, y aún ahora lo digo llorando—, que son enemigos de la cruz del Cristo, el fin de los cuales es la ruina, el dios de los cuales es el vientre, la honra de los cuales es su vergüenza, los cuales sólo piensan en lo terrenal. Ya que nuestra ciudadanía es inherente al cielo, de donde también esperamos a un salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestra humillación para llegar a ser conforme al cuerpo de su gloria, según la operación por la cual puede él también sujetar a sí mismo todas las cosas.

4

De manera que, hermanos míos amados y deseados, alegría y corona mía: persistan de esta manera en el Señor, amados.

Ruego a Evodia y a Síntique: les ruego que sean de un mismo sentir en el Señor. Y también te suplico a ti, genuino compañero de yugo: ayuda a estas, las cuales trabajaron juntamente conmigo en la buena nueva; también junto a Clemente y al resto de mis colaboradores, cuyos nombres están en el libro de la vida.

¡Alégrense en el Señor en todo momento! Otra vez digo: ¡alégrense! Que la bondad de ustedes sea conocida por toda la gente: el Señor está cerca. Por nada estén ansiosos, sino que en toda la oración y el ruego, con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, la cual sobrepasa toda inteligencia, guardará sus corazones y sus pensamientos en el Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo que es honesto, todo lo que es justo, todo lo que es puro, todo lo que es amable, todo lo que es de buen agüero, si hay alguna virtud y algo digno de elogio, en ello piensen. Practiquen aquello que han aprendido y recibido y oído y visto en mí y el Dios de la paz estará con ustedes.

Por cierto que me he alegrado en el Señor de que ya, finalmente, ha florecido otra vez su cuidado por mí, sobre lo cual también estaban atentos, pero les faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, ya que he aprendido a estar conforme cualquiera sea mi situación. En efecto, sé vivir humildemente y sé vivir con abundancia; en todo y entre todos fui instruido, tanto para estar saciado como para tener hambre, tanto para estar en abundancia como para estar en escasez. ¡Para todo soy fuerte en Aquel que me fortalece! Aun así, hicieron bien en ser copartícipes míos en mi tribulación. De hecho, también ustedes, filipenses, supieron que al principio del anuncio de la buena nueva, cuando había partido de Macedonia, ninguna congregación estuvo en comunión conmigo en razón de dar y recibir, excepto solamente ustedes, que incluso me enviaron a Tesalónica, una y otra vez, para mis necesidades. No es que ande buscando dádivas, sino que busco el fruto que abunde a cuenta de ustedes. Pero yo tengo todo y estoy en abundancia, estoy lleno, habiendo recibido por Epafrodito lo que ustedes enviaron, un aroma fragrante, un sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, por ende, suplirá todas sus necesidades de acuerdo a sus riquezas en gloria en el Cristo Jesús. Por lo tanto, al Dios y Padre nuestro sea la gloria por las eras de las eras. ¡Amén!

Salúdenme a todo consagrado en el Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo los saludan a ustedes. Los saludan todos los consagrados, y especialmente los de la familia de César.

Que la gracia del Señor nuestro, Jesucristo, sea con todos ustedes. Amén.