Parte integrante de la colección que compone los Escritos —tercera y última sección de los textos hebreos y arameos de las Escrituras—, el libro de Rut constituye un ejemplo conspicuo de intertextualidad profética. Sus vínculos con el Salmo 45 y con el Cantar de los Cantares —entre otros textos— son, además de innegables, un firme señalamiento del carácter y de los temas de la era que viene: la redención de la iglesia por parte del Cristo, así como también su matrimonio y su descendencia como preámbulo de la renovación de todas las cosas durante su reinado sobre la tierra.
Lejos del ejercicio poético-filosófico más bien pesimista que la tradición judaica y cristiana vieron en él por más de dos milenios, el libro del Eclesiastés constituye un ejemplo de primer orden de las misteriosas formas en que el Espíritu de Dios comunica aquello a lo que el Apocalipsis llama «los asuntos de la profecía». Su lector ideal verá, entonces, cumplido ante sus propios ojos, aquel dicho de Jesús en el evangelio de Juan según el cual el viento sopla donde quiere, sin que se sepa de dónde viene ni adónde va, un dicho inspirado en las palabras del propio Eclesiastés.
Incluido en los Escritos —junto al libro de los Salmos, el de Job y el de Rut, entre otros— el Cantar de los cantares es el texto más misterioso de todas las Escrituras hebreas. Sin duda, ha sido esta característica la que ha dado lugar, durante siglos y milenios, a las más dispares lecturas e interpretaciones de su contenido, comenzando por la dudosa atribución de su autoría al rey Salomón. En realidad, se trata de un escrito harto profético que señala, en términos personalísimos e íntimos, el despertar del amor entre el Cristo y su iglesia en los últimos días.
Atribuido tradicionalmente al profeta Jeremías y al que habría sido su lamento sobre la antigua Jerusalén —destruida en sus mismos días por el ejército del rey neo-caldeo Nabucodonosor—, el libro de las Lamentaciones parece ser en verdad una elegía profética sobre una ciudad a la que su autor equipara con aquella y cuyas vicisitudes tendrían lugar en los últimos días de la presente era. Debido a la relevancia que esto último asigna al mencionado libro, ofrezco aquí mi traducción del texto hebreo del mismo, acompañada, como de costumbre, de las notas que he juzgado pertinentes para su mejor intelección.