Parte integrante de la colección que compone los Escritos —tercera y última sección de los textos hebreos y arameos de las Escrituras—, el libro de Rut constituye un ejemplo conspicuo de intertextualidad profética. Sus vínculos con el Salmo 45 y con el Cantar de los Cantares —entre otros textos— son, además de innegables, un firme señalamiento del carácter y de los temas de la era que viene: la redención de la iglesia por parte del Cristo, así como también su matrimonio y su descendencia como preámbulo de la renovación de todas las cosas durante su reinado sobre la tierra.
El Salmo 92 está dedicado al sábado, el séptimo día de la creación mencionado en el libro del Génesis e instituido luego, en los días de Moisés, como un día para ser observado por el pueblo. Sin embargo, todo ello no era más que una sombra de lo por venir, ya que dicha disposición de la instrucción de Dios no hace más que señalar proféticamente a la era que viene, en la cual el Hijo del Hombre será el señor de toda la tierra y en la que los redimidos y los justificados tendrán una vida dichosa junto a él.
En el salmo 26, David, su autor, sugiere a Yahweh el poner a prueba su manera de comportarse y aun sus más íntimos pensamientos e intenciones, representados estos, en el antiguo estilo hebreo, en su corazón y en sus mismas entrañas. Semejante certeza le es dada, entre otras cosas, por su concienzuda evitación de toda compañía de aquellos hombres cuyas actitudes e intereses hacen patente una total ausencia de Yahweh en sus pensamientos. Por lo demás, el carácter profético del presente salmo se pone en evidencia en el deseo manifiesto de contemplar la gloria de Yahweh en su mismísima morada.
Con un lenguaje simbólico propio de las declaraciones proféticas, el Salmo 84 representa a la vez una alabanza de la bondad de Yahweh y una confesión de amor por él de parte de su siervo. La visión que se despliega en sus líneas es la de la era que viene, cuando Yahweh visitará a la humanidad en una manera muy especial para enjugar toda lágrima de los ojos de quienes han confiado en su salvación aun antes de verla consumada sobre la tierra, de aquellos que han transitado su vida con integridad y en cuyos corazones hay holgura de esperanza.
El salmo 69 se ha constituido desde siempre en un texto que invita a la perplejidad y a la confusión de los comentaristas cristianos de todos los tiempos. Y es que si, por un lado, algunas de las imágenes que propone tuvieron un cumplimiento literal en torno a la cruz que padeció el Señor Jesucristo, por el otro, nadie podría atribuir a este la insensatez y las culpas que el salmista consigna en primera persona, a manera de confesión, ni explicarse, por ende, por qué el apóstol Pablo y otros autores del Nuevo Testamento atribuyen resueltamente al Cristo semejantes confesiones.