El Salmo 111 ensalza ante todo la firmeza del pacto de Yahweh con su pueblo a lo largo de toda la era presente, pues es en verdad en la ya muy cercana era venidera que todas las promesas atinentes a dicho pacto tendrán su cumplimiento. ¿Pero cuál es el fundamento de dicho pacto, sino la gracia y la compasión que tanto abundan en Dios? Ya que el pacto aquí aludido no se funda en la nula capacidad humana para cumplir estrictamente con la letra de sus leyes, sino en las promesas hechas por Dios mismo a Abraham y a David.
El salmo 25 es una oración de David en la que este recuerda a Yahweh su espera en pos de la liberación en medio de fuertes sentimientos de soledad y aflicción, propiciados por la traición y por el odio inclaudicable de quienes se le volvieron enemigos gratuitamente. Dicho contexto propicia una serie de declaraciones importantísimas respecto de quiénes son aquellos que llegarán a conocer el pacto de Yahweh, un pacto fundado en la gracia y en la lealtad que él demuestra a aquellos que esperan en él en todo tiempo para el perdón de sus pecados y de sus iniquidades.
De todos los salmos que componen el libro del mismo nombre, el Salmo 117 resulta ser el más breve, ya que está compuesto de sólo dos versículos. Sin embargo, el cuadro futuro que presenta es tan claro como glorioso: todas las naciones y todos los pueblos alabarán un día a Yahweh por su bondad para con su pueblo, la cual no es sino un ejemplo adelantado de su fidelidad para con todos los seres humanos a los que ha creado con tanto amor. En sus pocas palabras se encuentra, por lo tanto, compendiado su propósito para con toda la humanidad.