Etiqueta: Hijo de Dios

Salmo 103

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Con su lenguaje manifiestamente profético, el Salmo 103 se constituye en uno de los más dichosos de toda la colección que compone el Libro de los Salmos. En él, su autor hace una enumeración de todos los beneficios de Yahweh para con aquellos que serían depositarios de su gracia, especialmente hacia el fin de la era, en el tiempo de la transición de esta con la era venidera. Es entonces que Yahweh, tal como reina ya en los cielos, reinará sobre toda la tierra en la persona de su Hijo, quien desde su trono desplegará todas las características del Padre.

Salmo 148

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El Salmo 148 es una exhortación de alabanza a Yahweh dirigida a toda su creación, cuya acotada enumeración se presenta, sin embargo, de no poca significación profética. En efecto, mencionando tanto elementos del cielo como de la tierra, la misma establece una suerte de paralelismo entre unos y otros, dando una clave de aquello que Yahweh ha planeado desde un comienzo de su creación. El cuerno que Dios exaltaría en favor de su pueblo es, desde luego, una clara y familiar alusión al Cristo, el Hijo de Dios que reinará sobre la tierra en la era venidera que se aproxima.

Salmo 146

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En forma similar a la del salmo que lo antecede, el Salmo 146 es una alabanza de Yahweh como gran benefactor y sustentador de toda vida humana, además del único que, no siendo un hombre mortal, tiene un poder ilimitado para librar. Hay aquí, sin embargo, una gran revelación que hace al corazón mismo de las buenas nuevas y que ha pasado desapercibida para todos: Yahweh preserva la verdad para la ya muy cercana era venidera, en la que el Hijo de Dios se manifestará sobre la tierra para hacer valer, con su poder, el auténtico derecho de los oprimidos.

Salmo 145

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El Salmo 145 es una alabanza de David que mira proféticamente hacia la era venidera, en la que Yahweh reinará sobre toda la tierra conforme a las disposiciones de su propósito primigenio y de los procedimientos de su justicia para justificar a toda la humanidad una vez cumplidas las eras que preparara para ello. Se trata, más especialmente, de un ensalzamiento del carácter heroico del Hijo de Dios y de una cierta enumeración de sus bondades para con sus hermanos, los humanos entre los que naciera a fin de librarlos de todo mal y redimirlos del poder de la muerte.

Salmo 101

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En el Salmo 101, en la forma de una canción atribuida a David, el espíritu de la profecía ofrece un breve vislumbre de aquello que el siervo del Señor y Cristo —es decir, a la vez, Hijo del Hombre e Hijo de Dios— tiene en su corazón respecto del tiempo en que iría a reinar sobre la tierra desde Sión, la ciudad de Dios. Es claro, en tal sentido, que se trata de un momento previo a dicho tiempo, lo cual se entiende muy bien cuando el salmista supedita la total integridad de acción a una definitiva visitación de Yahweh.

Salmo 76

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De manera acaso no tan evidente, el Salmo 76 integra una copiosa serie de testimonios que alude a las cosas primeras y últimas del propósito de Dios para la era presente, muy especialmente con vistas a su final. En él se presentan varios aspectos de un mismo asunto: Dios lleva todas las cosas hacia su climax, el cual tiene no sólo un tiempo, sino también un lugar: el monte de Sión. Y es que, en efecto, es allí donde el Hijo de Dios no sólo será alabado por su pueblo, sino también donde reunirá a sus adversarios para derrotarlos definitivamente.

Salmo 65

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El salmo 65 es una canción profética acerca de la era venidera como el tiempo en que Sión —sede central del reino de Dios— será establecida como el gozo de la tierra, del mar y de sus más remotos confines, aunque no sin que antes se haya calmado el tumulto de las naciones ignorantes de la justicia sobre la que Sión reposa. El salmo presenta, de hecho, algunas afinidades lingüísticas con el libro de Zacarías, en el que el sumo sacerdote Josué es coronado y designado «Renuevo» como un tipo del Cristo en su función de rey y sumo sacerdote.