El Salmo 108 está compuesto por la combinación de las últimas porciones de los Salmos 57 y 60, de una forma muy singular que denota hasta qué punto el Libro de los Salmos es, por entero, un tesoro de profecía a ser discernido. En efecto, comenzando con una declaración de David pletórica de confianza y de agradecimiento a Dios —y pasando por alto su lamento por el enojo de Dios con su pueblo que lo había llevado a desecharlo—, el salmo culmina con una declaración de victoria final sobre Edom, el pueblo oculto e inexpugnable de la presente era.
Atribuido a David e imbuido de un aire bélico que se refleja en su más bien extenso título de encabezamiento, el Salmo 60 se constituye en un complemento del Salmo 108, con el cual comparte seis versículos idénticos más dos en cuyas mutuas diferencias es posible adquirir una visión más precisa del cuadro profético que inspirara a ambos. Su tema se compone de un clamor a Dios a nombre de su pueblo en un tiempo de conmoción entre algunas de las naciones vecinas. La indirecta respuesta de Dios desliza, por su parte, la promesa de una exultante y completa salvación.
El cuadro que presenta el salmo 83 jamás tuvo lugar en los días en que el pueblo de Israel moraba en la tierra de Canaán, en el Antiguo Medio Oriente. Su tema es el de una conspiración generalizada de todos los pueblos a su alrededor —entre los cuales, sin embargo, sugestivamente, Egipto está ausente—, los cuales aspiran a destruir por completo al pueblo de Dios a fin de poseer su territorio. Puesto que se trata, evidentemente, de un símil profético llamado a transcurrir en el final de la era presente, hoy ofrezco aquí mi traducción de su texto hebreo.
Por motivos que nunca han sido satisfactoriamente explicitados, los profetas dedicaron muchos de sus dichos al rol que el pueblo y el país de Moab, ubicado en la ribera oriental del río Jordán, jugarían en el fin de la era, así como también a sus vicisitudes durante los últimos años de la misma. Tal es también el caso de los capítulos quince y dieciséis del libro de Isaías, en los que el profeta expresa el mensaje que Yahweh le encargó acerca de dicha nación. A continuación, presento mi propia traducción anotada del texto hebreo de esta enigmática «carga de Moab».