Desde siempre —y debido a ciertos dichos del Señor, de sus profetas y de sus apóstoles—, la cristiandad en su conjunto ha anticipado una gran división que, en torno al Cristo, tendría lugar en los últimos días de la era. ¿Pero qué es, exactamente, aquello que provocaría dicha división?
Nada hay que los cristianos crean entender más y mejor que el sentido de las parábolas de las que se valió Jesús en su anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios. ¿Pero por qué será, entonces, que luego de dos mil años continúan mirando hacia el lugar equivocado?
Con su lenguaje manifiestamente profético, el Salmo 103 se constituye en uno de los más dichosos de toda la colección que compone el Libro de los Salmos. En él, su autor hace una enumeración de todos los beneficios de Yahweh para con aquellos que serían depositarios de su gracia, especialmente hacia el fin de la era, en el tiempo de la transición de esta con la era venidera. Es entonces que Yahweh, tal como reina ya en los cielos, reinará sobre toda la tierra en la persona de su Hijo, quien desde su trono desplegará todas las características del Padre.
Dentro de los salmos de David, el Salmo 37 ocupa un lugar muy especial, ya que es la base de muchos dichos del Señor en su anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios hace ya dos mil años. Leerlo deja la sensación de que dicho reino de justicia, belleza y gloria puede ya casi tocarse con la punta de los dedos. Hoy, de hecho, cuando su manifestación en la tierra se encuentra casi a las puertas, todas y cada una de sus palabras han de ser sopesadas por todos aquellos que irán a tener su parte en él.
Hace ya dos mil años, vuelto del desierto a Galilea, Jesús comenzó a anunciar el cumplimiento de un tiempo y la cercanía del reino de Dios. ¿Pero qué sentido podrían tener hoy tales cosas para muchos que, desorientados y cansados, sienten que todo tiempo ha llegado definitivamente a su fin?
Siendo una de las composiciones más breves que integra la colección del Libro de los Salmos, el Salmo 100 constituye —según reza su título de encabezamiento— un salmo de acción de gracias en honor de Yahweh. Todo él recuerda en cierta medida lo dicho por el apóstol Pablo en su segunda carta a los corintios: Dios ya se ha reconciliado con la humanidad y ahora aguarda el momento en que las buenas nuevas de su reino hagan lo propio en el alma de su pueblo y de todos aquellos que vayan a amarlo de todo corazón en la era venidera.
Pese a ser uno de los más breves de toda la colección del Libro de los Salmos, el Salmo 15 —atribuido a David— resulta de un interés muy particular. En él, una simple pregunta deriva en una guía para transitar la vida en esta era presente que ya se termina, de manera de alcanzar la dicha en la era venidera pronto a comenzar, aquella en la que el reino de Dios tendrá un inicio visible entre los hombres. Por lo demás, que el salmo profetiza de la era venidera queda de manifiesto en la pregunta misma que le da inicio.