El tema del salmo 46 es la temprana protección que, en un tiempo de extrema convulsión entre las naciones, hallarán en Dios quienes están destinados a entrar en su ciudad una vez que esta sea establecida en la tierra. La indicación en el título que lo encabeza en el texto hebreo tiene todo el sabor de los ciento cuarenta y cuatro mil que en el libro de Apocalipsis siguen al Corderito por donde quiera que va, aquellos que han sido los únicos capaces de aprender y entonar la nueva canción que dará paso a la ya tan cercana era venidera.
El libro de los Salmos contiene una serie de quince composiciones cuyo encabezamiento común —«canción de los ascensos»— parece vincularse, en cierto sentido profético, con aquella experiencia de enfermedad mortal y sanación por la que pasara Ezequías, el rey de Judá en Jerusalén durante los días del profeta Isaías, en cuyo libro profético, más específicamente en su capítulo treinta y ocho, se encuentra consignada la misma. Por mi parte, me pareció más que interesante publicarla aquí traducida del texto hebreo estándar (aunque cotejado, aquí y allá, con sus versiones aramea del Targum, griega y siríaca) e incluyendo algunas notas aclaratorias.
En su contundente unicidad temática, el salmo 20 rezuma poderosas declaraciones orientadas hacia el final de la presente era, esto es, hacia el tiempo en que Yahweh intervendrá decisivamente a favor de su pueblo en medio de una situación angustiosa que, vista desde una perspectiva meramente humana, no tendría salida alguna. En él, el lector avezado a las formas en que Dios se mueve reconocerá, sin duda, dos temas que atraviesan las Escrituras de principio a fin, a saber: la victoria asegurada de quienes confían plenamente en Él y la inevitable derrota de quienes lo hacen en sus propias fuerzas.
Pese a dar inicio a una nueva división dentro del orden de los Salmos que los editores judaicos asignaron a dicho libro en base a ciertas marcas textuales, el salmo 107 guarda una relación profética muy estrecha con los dos que le anteceden, de los cuales viene a ser un perfecto corolario. Ello se pone en evidencia al observar que el mismo ensalza la bondad de Yahweh para con todos los seres humanos que, en sus angustias y tribulaciones sin salida, claman a él por liberación, sincera y humildemente, reconociéndolo por quien verdaderamente es: el salvador de todos los hombres.