El título del Salmo 30 informa que el mismo se trata de una «canción de inauguración de la casa para David», lo cual indica una cierta evocación de los momentos difíciles del pasado hecha desde un presente de estabilidad y prosperidad. Tales contrapuntos configuran un cuadro altamente profético de las vicisitudes del Cristo en el final de la era y del momento en que, alcanzada la era venidera, daría las gracias a su Dios y Padre Yahweh por toda su gracia y su favor para con él, un simple hombre en quien siempre, según sus designios, tuviera puesta su atención.
El Salmo 21 de David se dirige, por un lado, a Yahweh y, por el otro, al siervo del Señor, no otro que el «director» del título del encabezamiento, tal como puede verse en los respectivos títulos de los Salmos 18 y 46. Su tema es doble: por una parte, la inmensa bondad de Yahweh para con su Cristo, descendiente de David, la cual, en la era venidera, se manifestaría a la vista de todos; por la otra, las hazañas heroicas que el Cristo desplegaría al vencer a todos sus enemigos y aborrecedores en el comienzo mismo de su reinado.
El Salmo 18 replica al que se encuentra al final del Segundo Libro de Samuel, dándole en el Libro de los Salmos un especial tono profético desde su misma dedicatoria: «Al director, al siervo de Yahweh». Esto último es una alusión al Cristo y a las vicisitudes que este experimentaría hacia el final de la era frente a sus enemigos, así como también a la victoria que Yahweh le daría sobre estos para dar paso así a su reinado en la era venidera. Su lenguaje bélico ha de entenderse ante todo como una prolongación del ensalzamiento de Yahweh, su salvador.
El Salmo 68 es de los más enigmáticos que integran la colección del Libro de los Salmos, la cual es ya de suyo harto enigmática en algunas de sus declaraciones proféticas. En el caso presente abundan, por ejemplo, los juegos de palabras sobre la base de dos y hasta de tres sentidos diferentes. Con todo, algunas expresiones en el salmo permiten afirmar con bastante certeza que el cuadro que este presenta pertenece al tópico de las «cosas primeras y últimas», esto es, de los comienzos de la obra de Dios en la era presente y, muy especialmente, de su final.
Nada hay que los cristianos crean entender más y mejor que el sentido de las parábolas de las que se valió Jesús en su anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios. ¿Pero por qué será, entonces, que luego de dos mil años continúan mirando hacia el lugar equivocado?
El Salmo 78 de Asaf es un masquíl, lo cual indica que se trata de una composición para despertar el discernimiento, algo que queda de manifiesto desde sus primeras palabras, donde el autor aclara que hablará en acertijos y expresará enigmas de antaño o del oriente. Esto último señala al tópico de las «cosas primeras y últimas» del trato que Yahweh tendría con la dureza de su pueblo hasta el fin de la era, antes de dar paso a la era que viene —la era del Cristo—, ya que el pueblo antiguo no fue sino un tipo del actual.
Con su lenguaje manifiestamente profético, el Salmo 103 se constituye en uno de los más dichosos de toda la colección que compone el Libro de los Salmos. En él, su autor hace una enumeración de todos los beneficios de Yahweh para con aquellos que serían depositarios de su gracia, especialmente hacia el fin de la era, en el tiempo de la transición de esta con la era venidera. Es entonces que Yahweh, tal como reina ya en los cielos, reinará sobre toda la tierra en la persona de su Hijo, quien desde su trono desplegará todas las características del Padre.