Desde siempre —y debido a ciertos dichos del Señor, de sus profetas y de sus apóstoles—, la cristiandad en su conjunto ha anticipado una gran división que, en torno al Cristo, tendría lugar en los últimos días de la era. ¿Pero qué es, exactamente, aquello que provocaría dicha división?
Incluido en los Escritos —junto al libro de los Salmos, el de Job y el de Rut, entre otros— el Cantar de los cantares es el texto más misterioso de todas las Escrituras hebreas. Sin duda, ha sido esta característica la que ha dado lugar, durante siglos y milenios, a las más dispares lecturas e interpretaciones de su contenido, comenzando por la dudosa atribución de su autoría al rey Salomón. En realidad, se trata de un escrito harto profético que señala, en términos personalísimos e íntimos, el despertar del amor entre el Cristo y su iglesia en los últimos días.
El tópico de las «cosas primeras y últimas» no sólo contiene el procedimiento de Dios para la justificación de toda humanidad, sino también la clave para transitar dichosamente estos últimos días. ¿Pero cómo irían a reconocer todas estas cosas quienes permanecen atados al pasado por las enseñanzas erróneas de siglos?
No hay otro lugar en las Escrituras en que el procedimiento de la justicia de Dios pueda verse tan completamente como en la instrucción para el Día de la Expiación, en el libro del Levítico. ¿Pero por qué iría Dios a desplegarlo veladamente, recurriendo a los tipos y las sombras?
Quienes hayan dedicado tiempo a una lectura meditada de las Escrituras, pueden haber reparado en que estas presentan —consistentemente y en todos o en casi todos sus libros— una serie de testimonios sobre lo que podría llamarse las «cosas primeras y últimas». ¿Pero habrá entendido alguien el mensaje de estas?
El libro del profeta Oseas consta de dos partes: la primera de ellas, en la que Yahweh ordena al profeta tomar para sí dos mujeres con el fin de establecer, a manera de símiles, lo que ocurriría con Israel en los últimos días; la segunda y más extensa es un apasionado discurso directo asumido por el propio Yahweh contra Efraín. En este último se pone de relieve el desconocimiento de Dios por parte de los descendientes de José, su confusión y su carnalidad, todo lo cual los llevaría a equivocarse grandemente y a pactar con el asirio, equiparándolo con Yahweh.
Los asuntos en el libro del profeta Amós presentan un cuadro del pueblo de Dios en los últimos días de la presente era, en cuyas conductas se combinan una serie de detalles claramente abominables a los ojos de Yahweh, tales como la hipocresía religiosa, la codicia desenfrenada, la jactancia personal y —muy especialmente— la coerción y el fraude ejercidos contra los necesitados y los desvalidos del pueblo. No obstante todo ello, el sustrato del libro es el nefasto influjo que Edom ejercería secretamente sobre Israel, con el cual Dios se pondría a cuenta antes de restaurarlo definitivamente en su tierra.