En su justa brevedad, el Salmo 12 profetiza sobre el fin de la era presente, en el que la inmensa mayoría de la humanidad estaría dominada por la hipocresía propia de una mente desdoblada, la cual se mostraría por fuera complaciente y dócil, mientras que por dentro acariciaría con orgullo, empedernidamente, su supuesta autonomía de juicio para ir en pos de las cosas más viles y vacuas. El salmo presenta también el momento en que Yahweh se levantaría para actuar en favor de quienes sufren profundamente tal estado de cosas a fin de ponerlos a salvo de dicha generación desnaturalizada.
El Salmo 4 es el primero dentro de la serie dirigida «Al director» que ocupa poco más de una tercera parte del Libro de los Salmos. La indicación que en su encabezamiento señala que se trata de una composición para ser ejecutada con instrumentos de cuerda o neguinot, puede también entenderse como que la misma contiene algunas ironías. Se trata, en este último sentido, de una sutil invectiva del varón de Dios contra aquellos que gastan palabras vanas en pos del bien de Yahweh cuando en verdad tan sólo aspiran, como la inmensa mayoría, a pasárselo bien en este mundo.
El libro de los Salmos cuenta con varios ordenamientos en base a diversas categorías. Una de tales categorías la constituyen los títulos que encabezan casi todos los salmos que lo componen, títulos sólo incluidos por entero en su versión original hebrea y que se encuentran, todos ellos, pletóricos de indicaciones proféticas para el final de la era presente. La serie que en su encabezamiento incluye la directiva “No corrompas” —comprendida por los salmos 57 al 59 y por el salmo 75— es un ejemplo de ello, al punto de encontrarse inserta, de hecho, en el griego del libro de Apocalipsis.