En el Salmo 101, en la forma de una canción atribuida a David, el espíritu de la profecía ofrece un breve vislumbre de aquello que el siervo del Señor y Cristo —es decir, a la vez, Hijo del Hombre e Hijo de Dios— tiene en su corazón respecto del tiempo en que iría a reinar sobre la tierra desde Sión, la ciudad de Dios. Es claro, en tal sentido, que se trata de un momento previo a dicho tiempo, lo cual se entiende muy bien cuando el salmista supedita la total integridad de acción a una definitiva visitación de Yahweh.
El Salmo 64 es otro de los salmos de David dirigido «Al director», lo cual le da un decidido tono profético. El mismo propone, en su aparente sencillez, un asunto muy importante dentro del propósito general de Dios. En él, el salmista presenta el caso de quienes todo lo juzgan según la naturaleza humana con la intención de condenar al íntegro en base a sus debilidades, es decir, no otras que las mismas debilidades que configuran a sus propias experiencias humanas. Sin embargo, la diferencia en favor del íntegro respecto de los impíos es el discernimiento del propósito de Dios.
En el salmo 26, David, su autor, sugiere a Yahweh el poner a prueba su manera de comportarse y aun sus más íntimos pensamientos e intenciones, representados estos, en el antiguo estilo hebreo, en su corazón y en sus mismas entrañas. Semejante certeza le es dada, entre otras cosas, por su concienzuda evitación de toda compañía de aquellos hombres cuyas actitudes e intereses hacen patente una total ausencia de Yahweh en sus pensamientos. Por lo demás, el carácter profético del presente salmo se pone en evidencia en el deseo manifiesto de contemplar la gloria de Yahweh en su mismísima morada.
Siguiendo la tendencia del Libro de los Salmos, el Salmo 24 es una profecía cuya formulación se instala entre el final de la era presente y el comienzo de la era venidera, aquella en la que Yahweh reinará glorioso sobre la tierra y en la que compartirá todos sus bienes con aquellos que lo han buscado incansablemente y se han conservado íntegros en medio de una generación torcida y ruinosa. La instancia final del salmo presenta una imagen apoteótica del momento en que el rey de la gloria está a punto de tomar su lugar en el monte de Yahweh.
Con un lenguaje simbólico propio de las declaraciones proféticas, el Salmo 84 representa a la vez una alabanza de la bondad de Yahweh y una confesión de amor por él de parte de su siervo. La visión que se despliega en sus líneas es la de la era que viene, cuando Yahweh visitará a la humanidad en una manera muy especial para enjugar toda lágrima de los ojos de quienes han confiado en su salvación aun antes de verla consumada sobre la tierra, de aquellos que han transitado su vida con integridad y en cuyos corazones hay holgura de esperanza.