Una vez más entre tantas otras ocurrencias en el Libro de los Salmos, la oración de David que comprende el Salmo 86 pone el foco de la profecía referida al siervo del Señor en la oposición que este experimentaría en los tramos más cruciales de su experiencia humana, en el estado de humillación que precedería al de su exaltación entre todas las naciones en la era venidera. Por todo ello, la oración no está enfocada tanto en la ruina de los soberbios como en la súplica por la ayuda y el consuelo que provienen de Dios para sobrellevar toda adversidad.
Citado en un conocido pasaje del evangelio de Juan, el Salmo 82 ha sido desde siempre un enigma para todos los estudiosos de las Escrituras —tanto del campo religioso como del estrictamente académico—; esto, cuando no ha dado lugar a algunas serias aberraciones dentro de ciertas sectas de inspiración gnóstica y de lo que hoy podría identificarse como las nociones generales de la Nueva Era. Todo ello se ha debido, en gran medida, al sentido que debería asignarse a la palabra hebrea elohim en dicho salmo y sólo se resolverá cuando su protagonista tome su lugar en la tierra.
De todos los salmos que componen el libro del mismo nombre, el Salmo 117 resulta ser el más breve, ya que está compuesto de sólo dos versículos. Sin embargo, el cuadro futuro que presenta es tan claro como glorioso: todas las naciones y todos los pueblos alabarán un día a Yahweh por su bondad para con su pueblo, la cual no es sino un ejemplo adelantado de su fidelidad para con todos los seres humanos a los que ha creado con tanto amor. En sus pocas palabras se encuentra, por lo tanto, compendiado su propósito para con toda la humanidad.
La psicopandemia que los poderes mundiales trajeron sobre todas las naciones hace dos años despertó como nunca la necesidad de muchos de volver al Dios vivo, creador, sustentador y garante de todas las cosas. ¿Pero será acaso posible tal cosa para una generación tan alejada de Dios como la nuestra?
Vinculado fuertemente con el Salmo 144 —con el que comparte varios elementos, muy particularmente el de la «canción nueva» presente en Isaías y en el libro de Apocalipsis y cuya mención primera se da, precisamente, en él— el Salmo 33 guarda asimismo una estrecha relación con su antecesor inmediato, del cual podría ser considerado una clara continuación. Su tema gira en torno a aquellos que han alcanzado justificación en la presencia de Yahweh y que han rectificado, por ende, sus corazones, todo ello en medio de los planes de una humanidad que aún no ha llegado a conocer a Dios.
El tema del salmo 46 es la temprana protección que, en un tiempo de extrema convulsión entre las naciones, hallarán en Dios quienes están destinados a entrar en su ciudad una vez que esta sea establecida en la tierra. La indicación en el título que lo encabeza en el texto hebreo tiene todo el sabor de los ciento cuarenta y cuatro mil que en el libro de Apocalipsis siguen al Corderito por donde quiera que va, aquellos que han sido los únicos capaces de aprender y entonar la nueva canción que dará paso a la ya tan cercana era venidera.