El Salmo 74 de Asaf —un masquíl o composición para despertar el discernimiento— es otra de las varias instancias en el Libro de los Salmos que da cuenta de las cosas primeras y últimas que hacen a la saga profética de Yahweh en su desapercibida marcha triunfal por la historia de la humanidad, desde los días del oriente hasta estos, los últimos de la presente era. En él, su autor —en nombre del pueblo, ya por mucho tiempo relegado y a punto de ser aniquilado por el enemigo— conmina a Dios a actuar como lo hiciera en el glorioso pasado.
El libro de los Salmos cuenta con varios ordenamientos en base a diversas categorías. Una de tales categorías la constituyen los títulos que encabezan casi todos los salmos que lo componen, títulos sólo incluidos por entero en su versión original hebrea y que se encuentran, todos ellos, pletóricos de indicaciones proféticas para el final de la era presente. La serie que en su encabezamiento incluye la directiva “No corrompas” —comprendida por los salmos 57 al 59 y por el salmo 75— es un ejemplo de ello, al punto de encontrarse inserta, de hecho, en el griego del libro de Apocalipsis.
El cuadro que presenta el salmo 83 jamás tuvo lugar en los días en que el pueblo de Israel moraba en la tierra de Canaán, en el Antiguo Medio Oriente. Su tema es el de una conspiración generalizada de todos los pueblos a su alrededor —entre los cuales, sin embargo, sugestivamente, Egipto está ausente—, los cuales aspiran a destruir por completo al pueblo de Dios a fin de poseer su territorio. Puesto que se trata, evidentemente, de un símil profético llamado a transcurrir en el final de la era presente, hoy ofrezco aquí mi traducción de su texto hebreo.
El cántico o canción de Moisés que se encuentra casi al final del libro del Deuteronomio constituye el testimonio vivo que debía quedar para aquellos de su pueblo sobre los que vendrían muchos males, en los últimos días de esta era, a consecuencia de haber abandonado a Yahweh para ir en pos de los demonios y de los dioses extranjeros. Puesto que dichos últimos días son los nuestros, me ha parecido bien publicar aquí la traducción anotada de esta canción testimonial, prueba definitiva de que el Dios vivo en verdad ha narrado, mediante su Espíritu, el final desde el principio.