Atribuido por su título a «Moisés, hombre de Dios», el Salmo 90 es una oración y una declaración profética acerca del pueblo de Dios en el final de la era, cuando ya todo se habría dicho y hecho a través del largo tiempo y cuando, por ende, sólo cabría esperar en la bondad que Dios despliega ante los corazones arrepentidos hasta la contrición. En tal sentido, podría considerárselo como una suerte de réplica al cántico que el propio Moisés entonara ante el pueblo como un testimonio para su posteridad, poco antes del cruce del Jordán hacia el país de Canaán.
El cántico o canción de Moisés que se encuentra casi al final del libro del Deuteronomio constituye el testimonio vivo que debía quedar para aquellos de su pueblo sobre los que vendrían muchos males, en los últimos días de esta era, a consecuencia de haber abandonado a Yahweh para ir en pos de los demonios y de los dioses extranjeros. Puesto que dichos últimos días son los nuestros, me ha parecido bien publicar aquí la traducción anotada de esta canción testimonial, prueba definitiva de que el Dios vivo en verdad ha narrado, mediante su Espíritu, el final desde el principio.
Tal como ocurre con el resto de las Escrituras, el texto del salmo 106 es eminentemente profético, orientado hacia el fin de la presente era que ya está sobre nosotros. Su contenido desgrana, con detalle concienzudo, la experiencia de Yahweh con su pueblo, al que rescató de Egipto con mano poderosa a fin de establecerlo en Canaán y cuya falta de confianza e infidelidad trazaría su devenir a través de los siglos. Su lectura, por lo tanto, resulta de máximo provecho para todo aquel que aspire sinceramente a adquirir un cierto discernimiento del trato de Dios para con su pueblo.
Junto con los dos salmos que le siguen, el salmo 105 integra una tríada que aborda los tratos de Dios para con su pueblo y para con el resto de las naciones. Todo él está preñado de declaraciones proféticas que apuntan hacia el final de la era presente, es decir, hacia los mismísimos días que el mundo está atravesando hoy. Su materia principal es la entrada de su pueblo en Egipto —donde ya había llegado José, vendido como un esclavo por sus propios hermanos— y su triunfal salida bajo el liderazgo de Moisés y la asistencia de su hermano Aarón.