El salmo 66 constituye una elocuentísima canción que el espíritu de la profecía pone en boca del salmista y que imprime a toda la composición el inconfundible sello de las cosas primeras y últimas, evidente, también, en algunos otros salmos. El tiempo de su enunciación es entre el final de la era actual y el inicio de la era venidera, lo cual deja suficientemente en claro la exhortación del siervo del Señor a todos los pueblos para que se regocijen en su Dios, quien tratara tan singularmente con su pueblo en el pasado y con él mismo en el presente.
El salmo 65 es una canción profética acerca de la era venidera como el tiempo en que Sión —sede central del reino de Dios— será establecida como el gozo de la tierra, del mar y de sus más remotos confines, aunque no sin que antes se haya calmado el tumulto de las naciones ignorantes de la justicia sobre la que Sión reposa. El salmo presenta, de hecho, algunas afinidades lingüísticas con el libro de Zacarías, en el que el sumo sacerdote Josué es coronado y designado «Renuevo» como un tipo del Cristo en su función de rey y sumo sacerdote.
El Salmo 67 es una suerte de complemento del Salmo 61, ya que ubicado proféticamente en los albores de la era venidera formula en plural el asunto que en este último adquiere la singularidad propia del siervo del Señor. Se trata, más concretamente, de una canción de celebración que presenta similitudes con los salmos apoteóticos de Yahweh en los que se menciona la nueva canción que el pueblo de Dios llevaría a las naciones, no solamente a manera de buenas nuevas, sino también como medio para que las mismas reconociesen, al fin, el camino de Dios representado en su Hijo.
En su brevedad, el Salmo 61 presenta aspectos proféticos presentes en no pocas de las composiciones que integran el Libro de los Salmos, todos ellos referidos al Cristo en los últimos días de la era presente y en la era venidera, en la cual reinará sobre la humanidad. Así, aún cuando el salmo se encuentra formulado desde la realidad del Cristo en tanto que siervo del Señor y mero hombre, su tema principal es, a todas luces, la anticipación de su transformación a la semejanza de Dios, luego de lo cual sus años serán “como los de generación tras generación”.
Como un perfecto complemento del Salmo 96 y del mensaje que este contiene para aquellos que serían redimidos para Dios y que seguirían al Corderito que protagoniza el libro de Apocalipsis por dondequiera que éste fuera, el Salmo 98 parecería continuar con dicho tema, aunque se trataría, en este caso, más concretamente del mensaje que los redimidos llevan por todo el mundo. ¿Qué es lo que vendría a sugerir todo esto, sino que la nueva canción sólo la podrán cantar los redimidos del Corderito, pero que no hay impedimento alguno para que la escuchen todos los términos de la tierra?
Dentro del grupo de los salmos que celebran el comienzo del reinado de Yahweh en la tierra, el Salmo 96 tiene un lugar muy especial, ya que alude a aquella nueva canción a la que hacen referencia algunos otros salmos, el libro del profeta Isaías y —muy especialmente— el libro de Apocalipsis, el cual registra la visión dada oportunamente a Juan. Esto último sugiere, por lo tanto, que aquellos a quienes el salmista se dirige proféticamente son los que serán redimidos para Dios en los días por venir a fin de reinar junto a su Hijo en el monte Sión.
A diferencia del resto de los que comparten su tema principal, el Salmo 99 —otro salmo apoteótico de Yahweh que celebra el reinado de este en la tierra— dirige la mirada hacia el trato de Dios con su pueblo, mayormente mediante alusiones a los días del tabernáculo de reunión, en los tiempos en que se aparecía a Moisés y a Aarón sobre los dos querubines que adornaban el propiciatorio del arca del pacto. Este último tiene, a su vez, reminiscencias del Día de la Expiación, en el cual la justicia de Yahweh aun se manifestaba en tipos y en sombras.