Continuando con la serie de alabanzas que ocupan el final del Libro de los Salmos, el Salmo 147 acota la exhortación a alabar a Yahweh a quienes integran su pueblo de ayer, de hoy y de la era que viene, representado en Jerusalén y en Sión. No sorprende, así, que su contexto sea el de dicha era venidera, tal como es el caso con el resto de las composiciones que dan término a la colección. El salmo culmina afirmando la gran singularidad histórica del pueblo de Yahweh, único al que este ha distinguido con el anticipado conocimiento de sus caminos.
Carente de todo título de encabezamiento, el Salmo 71 es una suerte de continuación del salmo de David que lo antecede, el cual es, a su vez, un recordatorio fundado en el Salmo 40. En el caso presente, el espíritu de la profecía anticipa lo que podría llamarse una recomposición del ánimo y de la confianza del siervo del Señor, quien rememora las hazañas pasadas de Yahweh y su providencia para con él desde el vientre materno. Todo ello lo lleva a renovar su visión de la era venidera, en que contará sobre todas estas cosas a aquellos que vendrán.
Tal como el Salmo 56, el Salmo 34 atribuye su inspiración a aquel mismo episodio que viviera David en la corte de Abimélej, rey de la ciudad filistea de Gat. Sin embargo, a diferencia del primero —donde predomina la contrariedad—, el caso presente se centra en el cuidado que Yahweh muestra por todos aquellos que lo honran. El aspecto profético de este salmo se manifiesta mayormente en el consejo del autor para el “hombre que se deleita con la vida”, una alusión al Cristo y a la era venidera, en la que se experimentará la verdadera vida de Dios.
Los dichos de David en el Salmo 138 son ante todo una alabanza a Yahweh con le que le agradece su cuidado y su atención para con él en todo momento. Aun así, el salmo no deja de manifestar, en su final mismo, la tensión propia de quien aun se encuentra en la debilidad de la carne y expuesto a las impresiones de aquello que lo rodea. Sin embargo, el salmo es ante todo una profecía sobre el siervo del Señor, lo cual queda bastante claro en la mención de los reyes que escucharían, entenderían y alabarían a Yahweh agradecidos.
El Salmo 136 es una suerte de reformulación del tema del salmo que lo precede en la forma de una alabanza agradecida dirigida a Yahweh según la fórmula «porque es bueno, porque su bondad es permanente», muy cara a los judíos de Jerusalén desde los tiempos pre-exílicos, y mucho más querida aún desde el regreso de los exiliados a aquella ciudad en los días de Esdras. Aunque se centra en la liberación del pueblo de la servidumbre en Egipto para recibir por herencia la tierra de Canaán, el salmo exalta la permanente bondad de Yahweh para con toda su creación.