No hay otro lugar en las Escrituras en que el procedimiento de la justicia de Dios pueda verse tan completamente como en la instrucción para el Día de la Expiación, en el libro del Levítico. ¿Pero por qué iría Dios a desplegarlo veladamente, recurriendo a los tipos y las sombras?
Quienes hayan dedicado tiempo a una lectura meditada de las Escrituras, pueden haber reparado en que estas presentan —consistentemente y en todos o en casi todos sus libros— una serie de testimonios sobre lo que podría llamarse las «cosas primeras y últimas». ¿Pero habrá entendido alguien el mensaje de estas?
Contando con varias citas y alusiones de algunos de sus pasajes en los Evangelios, el libro del profeta Miqueas es uno de los más incomprendidos de todos los libros de los profetas. Ello se debe, entre otras cosas, a la manifiestamente intencional oscuridad de su lenguaje. Tal como ocurre con el resto de los profetas, su mensaje se ubica en los últimos días de la era y se cuenta dentro del tópico de las «cosas primeras y últimas», centrándose en las vicisitudes del Cristo en relación con su heredad entre las naciones, las cuales llegan, finalmente, a reconocerlo como Dios.
Nada hay que los cristianos crean entender más y mejor que el sentido de las parábolas de las que se valió Jesús en su anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios. ¿Pero por qué será, entonces, que luego de dos mil años continúan mirando hacia el lugar equivocado?
Como un perfecto complemento del Salmo 96 y del mensaje que este contiene para aquellos que serían redimidos para Dios y que seguirían al Corderito que protagoniza el libro de Apocalipsis por dondequiera que éste fuera, el Salmo 98 parecería continuar con dicho tema, aunque se trataría, en este caso, más concretamente del mensaje que los redimidos llevan por todo el mundo. ¿Qué es lo que vendría a sugerir todo esto, sino que la nueva canción sólo la podrán cantar los redimidos del Corderito, pero que no hay impedimento alguno para que la escuchen todos los términos de la tierra?
Dentro del grupo de los salmos que celebran el comienzo del reinado de Yahweh en la tierra, el Salmo 96 tiene un lugar muy especial, ya que alude a aquella nueva canción a la que hacen referencia algunos otros salmos, el libro del profeta Isaías y —muy especialmente— el libro de Apocalipsis, el cual registra la visión dada oportunamente a Juan. Esto último sugiere, por lo tanto, que aquellos a quienes el salmista se dirige proféticamente son los que serán redimidos para Dios en los días por venir a fin de reinar junto a su Hijo en el monte Sión.
Un abundantísimo cúmulo de testimonios en todas las Escrituras señala a los días por venir como el tiempo en que las buenas nuevas del reino de Dios serían nuevamente anunciadas para testimonio a todas las naciones. Pero aquellos que ignorasen quién es en verdad Jesucristo, ¿podrán acaso beneficiarse de ello?